Hace demasiado que no publicamos nada en el blog y os aseguro que no es por falta de cosas que contar sino por sobreacumulación de las mismas. No disponemos de tiempo material para organizar bien las ideas y poder escribir un texto en condiciones, pero prometemos que esto va a cambiar en breve y vamos a intentar darle al blog una estructura más dinámica basada en artículos cortos que intenten reflejar nuestras visiones y experiencias sobre este complejo y desconcertante planeta en el que llevamos viviendo y trabajando durante un año y medio.
Mientras tanto vamos calentando motores, me gustaría publicar una experiencia laboral que tenía guardada en la recámara. Fue una anécdota surrealista que viví en primera persona hace unos cuantos años y que nunca me había animado a plasmar por escrito.
Lo que ocurrió fue más o menos así.
Me encontraba trabajando por aquel entonces para un estudio de arquitectura en Madrid. Estaba contento con lo que hacía y no tenía demasiadas quejas, pero no me gusta demasiado esa sensación de apacible estancamiento que le entra a uno cuando nota que ha puesto punto muerto y se está dejando llevar, así que que decidí hacer algunas entrevistas en otras empresas.
La cuestión era tratar de alterar ligeramente ese plácido statu quo en el que me encontraba. Agitarme un poco. Mantenerme alerta. Despertar por unos instantes de ese agradable estado de hibernación en el que me había sumido sin casi darme cuenta. Y por supuesto, valorar la situación del mercado laboral y probar suerte por si surgía alguna oferta interesante.
Para ponernos en situación diré que 'una oferta interesante' se reducía básicamente a tres hipótesis en ese momento de mi vida:
- Hipótesis A: Optar a un puesto mejor. En la oficina en la que yo trabajaba no había posibilidad de progresar mucho más y por tanto quería valorar otras opciones.
- Hipótesis B: Optar a un salario mejor. Si España fuese un país desarrollado, esto vendría implícito junto con la Hipótesis A.
- Hipótesis C: Optar a un trabajo que se ajustase a la legalidad. Es decir, optar a un contrato, retenciones, seguridad social, bajas por enfermedad y todos esos lujos absurdos que nos empeñamos en exigir algunos de nosotros cuando decidimos ponernos a trabajar por cuenta ajena. Si estuviésemos en un país desarrollado, esta ni siquiera sería una hipótesis a tener en cuenta sino que sería algo que se daría por sentado.
- En aquel momento existía además una Hipótesis D muy extendida entre algunos yihadistas del famoseo. Que el nuevo puesto fuese en un estudio de reconocido prestigio. Como comprenderán, descarté esta opción hace muchos años. Llámenme loco, pero por desgracia tengo la mala costumbre de comer y dormir de vez en cuando. Tengo ese insano y pernicioso hábito de querer vivir. Como digo, esta Hipótesis no era aplicable en mi caso. Un buen día desperté por la mañana y decidí que yo no iba a poner mi profesionalidad al servicio de esos “Señores de Reconocido Prestigio”, simple y llanamente porque yo seré muchas cosas, pero no soy esclavo de nadie. Ya ven ustedes. Así de raro es uno.
Un servidor llegó hace tiempo a la siguiente conclusión: hay dos tipos de profesionales, los que lo son y los que no lo son. Punto. Una empresa que se escuda en su nombre para esclavizar a sus empleados es sencillamente un fraude. Da igual la calidad de su arquitectura o las miles de publicaciones en las que figure su obra. Dan igual las exposiciones, las conferencias y lo cool que quede en un CV el nombre de Fulanito de Tal en letras bien grandes. Todo eso no importa. En el mundo han existido, existen y existirán estudios, empresas y oficinas mejores y peores. Unas cuidan su trabajo y a sus trabajadores, y otras son una chapuza. Unas producen buena arquitectura y desarrollan sus trabajos con honradez y profesionalidad, y otras son un auténtico desastre y no ponen ni un mínimo de amor en lo que hacen. Personalmente siempre he tratado de acercarme a las primeras, unas veces con éxito y otras sin él.
A lo largo de mi vida he intentado buscar y valorar la excelencia rechazando profundamente la mediocridad. Pero la excelencia no es sólo una colección de proyectos interesantes. No soporto a esos lobos disfrazados con piel de corderos que pretenden colarnos “excremencia” en lugar de excelencia. No soporto a los sinvergüenzas que camuflan sus ruinas con un decorado de cartón piedra que simula una falsa grandiosidad edificada sobre cimientos de barro. No soporto ni tolero a aquellos que, escudándose tras un nombre o una firma, refugiándose en el famoseo más indigno, pretenden tener a su servicio a hordas de groupies uniformados dispuestos a saltar de un avión sin paracaídas sólo porque así lo ordena su Amo y Señor. No soporto, en definitiva, a esos Señores de Reconocido Prestigio que sólo lo son de puertas para afuera. Resumiendo: que a pesar de que en la Escuela dedicaron una interminable cantidad de horas a enseñarnos que “si no trabajas para ellos, no eres nadie”, descarté la Hipótesis D y decidí centrar mi búsqueda dentro de aquellas compañías que, además de considerar que realizaban un trabajo interesante, cumpliesen alguna de las tres hipótesis anteriormente descritas.
Pero dejemos los antecedentes para otro momento y continuemos con la historia en cuestión.
+ La entrevista de trabajo
El caso es que hice varias entrevistas en diferentes estudios. La mayoría de ellas fueron de auténtica risa. En algunas incluso daban ganas de sacar del bolsillo un par de narices de payaso para generar un ambiente más acorde a lo que allí estaba sucediendo.
En una de ellas todo transcurrió con relativa normalidad. Vieron mi portfolio y les interesó mucho. Me hicieron innumerables preguntas sobre algunos proyectos concretos y se quedaron satisfechos comprobando que respondía a todo con seriedad, conocimiento y profesionalidad. Después ellos me enseñaron los proyectos en los que estaban trabajando y la verdad es que no tenían mala pinta. Conclusión: el interés era mutuo y así nos lo hicimos saber para que quedase claro. En un momento de la entrevista ellos se mostraron abiertos a que formase parte de su equipo cuanto antes. Bien. Habíamos superado la fase uno de toda entrevista de trabajo en la que, de mutuo acuerdo, se decide si se debe continuar hablando de temas más concretos o si por el contrario no hay acuerdo ni interés.
Pero de pronto comencé a sentir que la entrevista llegaba peligrosa y precipitadamente a su fin. Ellos empezaron a recoger sigilosamente algunos papeles que estaban desperdigados encima de la mesa y fueron haciendo gestos de querer levantarse de las sillas que ocupaban, mientras continuaban hablando de temas que ya nada tenían que ver con la entrevista en sí misma. Yo seguía sentado sentado observando atónito aquella escena, confiando en que estaba malinterpretando todos aquellos gestos. Realmente llegué a creer que todo era un malentendido y que en breve retomaríamos la segunda parte de la entrevista en la que se suele hablar de temas referentes a la oferta laboral en sí misma. Véase: tipo de puesto de trabajo, tipo de contrato, responsabilidades, objetivos y expectativas, horarios y honorarios, vacaciones y demás condiciones específicas. En definitiva, todas esas cosas que a la gente le gusta saber antes de valorar si está interesado en aceptar una oferta laboral. Sorprendentemente nadie de los allí presentes parecía tener intención de tocar estos temas.
– Bueno, pues ha sido un verdadero placer conocerte e igualmente será un placer tenerte en nuestro equipo si así lo decides. Tómate unos días para pensarlo y ya nos dirás si estás interesado en formar parte de este estudio. Eso sí, te pedimos por favor que nos lo digas cuanto antes, porque estamos desbordados de trabajo y nos urge contratar a alguien de manera inmediata – dijo uno de ellos mientras se levantaba de la silla y guardaba el portaminas en el bolsillo de su camisa.
Mi cara era un poema. No quedaba ninguna duda. La entrevista había llegado a su fin y me estaban pidiendo que aceptase o rechazase una oferta inexistente. Yo continuaba sentado con cara de incredulidad sin saber muy bien qué hacer ni qué decir. De pronto, uno de ellos se inclinó hacia mí y alargó su mano en señal de querer terminar formalmente con todo aquello mediante un cordial apretón de manos. Ése era el momento. O hablar ahí o callar para siempre. Después, no habría marcha atrás. Tímidamente, casi sin mirarles a los ojos, susurré: 'El caso es que… bueno… veréis… es que… tengo algunas preguntas antes de poder valorar vuestra oferta'.
Se miraron entre ellos como si jamás les hubiera pasado algo así, consultaron el reloj de pulsera haciéndome entender que eran hombres muy ocupados y finalmente se sentaron de nuevo en las sillas diciendo amablemente al unísono:
– Por supuesto. Faltaría más. Para eso estamos aquí. ¿Cuáles son tus dudas?
Empecé a plantear una por una todas las cuestiones que se habían quedado en el tintero mientras ellos respondían a medias a cada cuestión sin concretar nada. Sin claridad. Toda la vehemencia que habían demostrado hasta ese momento se tornó en oscurantismo y sus caras comenzaron progresivamente a ser menos amigables. Cada vez que les hacía una pregunta se miraban incómodos entre ellos, lo cual como es lógico, me incomodaba a mí también. Tenía la sensación de que todo lo anterior había sido una farsa y que ahora estaban demostrando su verdadero rostro.
– Lo primero de todo me gustaría saber, aunque sea de manera aproximada, los horarios de trabajo que tenéis en el estudio y el rango de honorarios que estáis barajando para el puesto.
Tras unos instantes de duda, como si jamás les hubiesen preguntado algo así, dijeron:
– Bueno, pues aquí se trabaja de 9 a 7 y paramos un par de horas para comer. Pero vamos, que esto es muy flexible, ya sabes. (Cada vez que me hablan de flexibilidad en una entrevista de trabajo, no puedo evitar sentir un escalofrío recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza) Aquí no se ficha al entrar y al salir. Nosotros no consideramos que esto sea una empresa. (Ah, ¿no? Entonces, ¿qué demonios sois? ¿Una ONG?) Eso sí, damos cierta flexibilidad pero luego también exigimos que cuando hay entregas o temas importantes, la gente responda. Es decir, que si hay que quedarse noches o fines de semana, pues hay que quedarse. Bueno, tú ya sabes cómo funciona esto.
¡Ahí está! ¡Salió! ¡Pronunciaron las palabras mágicas! “Tú ya sabes cómo funciona esto” ¡Acabáramos de una vez! Flexibilidad unilateral, deberían llamarla. Flexibilidad en una sola dirección. Claro. Si es que todos ya sabemos cómo funciona esto: Funciona mal. Funciona penosamente mal.
Pero continuemos, que el guión no tiene desperdicio:
– Esas horas extras de las que habláis, ¿serían remuneradas, las cambiáis por días libres o cómo lo soléis hacer? – pregunté.
Las caras de ellos ya no demostraban la simpatía anterior. Estaban cada vez más incómodos.
– No, por supuesto que no. – me respondieron – Lo primero de todo es que no las llames horas extras porque no lo son. (Empieza ese momento fatídico en que la gente comienza a asustarse por llamar a cada cosa por su nombre porque eso implica reconocer que están haciendo las cosas mal. Siempre ocurre igual. Bienvenidos al maravilloso mundo de los eufemismos) No serían horas extras porque nosotros entendemos que cada persona dentro del estudio es responsable de lo que está haciendo en ese momento y si no le da tiempo a sacar adelante un trabajo durante el horario normal, es su deber como profesional acabarlo fuera de ese horario.
– Pero entonces – continué diciendo – supongo que esto es algo puntual. Quiero decir que ocurrirá un par de veces al año como máximo, ¿no? En ese caso lo entendería como una excepción, como puede suceder en cualquier trabajo en el que debido a imprevistos o situaciones inesperadas hay que trabajar alguna hora de más. Algo puntual. Digo esto porque, por poner un ejemplo, si cada mes hay que venir dos fines de semana a trabajar, o si cada semana hay que quedarse una varias noches trabajando para acabar algún concurso o alguna entrega, significaría que la gente que tenéis contratada siempre comete errores de organización y nunca es capaz de terminar nada a tiempo. Lo cual querría decir que ninguna de las personas que trabajan para vosotros son buenos profesionales.
– Pues no podemos decirte cada cuanto tiempo ocurre porque depende de la carga de trabajo.
– ¿Pero ocurre a muy a menudo o es algo puntual? ¿Una vez por semana o 2 veces al año?
Se podía cortar el aire con un cuchillo.
– A ver. No creo que haga falta explicarte a estas alturas cómo funciona esto porque lo sabes de sobra. Ocurre muy a menudo, sí. Nosotros hacemos muchos concursos y aquí todo el mundo tiene que arrimar el hombro para sacarlos adelante porque la competencia es muy dura. ¿Conoces acaso algún estudio de arquitectura que funcione con horario de oficina? (Sí. Conozco)
– Pero, si ocurre tan a menudo como decís, creo que la responsabilidad de que eso ocurra no debería recaer sólo en la gente que trabaja aquí sino que debería repartirse de alguna manera entre empresa y trabajador. Es decir, un porcentaje de horas extras serían remuneradas y otro no. No lo sé.
– Ya te dije que no las llames horas extras porque no lo son. Y por tanto, como no son horas extras, no son remuneradas. Eso siempre ha sido así, aquí y en todos los estudios.
Ahí caí en la cuenta de que estos tipos jamás habían oído la palabra “negociación”. Es decir, que no entendían que lo que yo estaba haciendo era tratar de negociar unas condiciones que consideraba nefastas para tratar de mejorarlas ligeramente a mi favor. El hecho de que alguien llegue a una entrevista y acepte de primeras trabajar gratis, no quiere decir que otro candidato tenga que aceptar eso sin negociar ni un minuto nada de lo que le oferten. Pero parece ser que eso, para ellos, era algo nuevo. Aquí no había margen de maniobra. Las cosas “siempre habían sido así” y así seguirían siendo, como en el peor de los regímenes dictatoriales que uno pueda imaginar.
– Antes os pregunté por horarios y honorarios, pero sólo me respondisteis sobre lo primero.
– Bueno, el sueldo es muy relativo, claro está.
¿Relativo? ¿Relativo a qué? ¿Qué mierda de respuesta es esa? ¿Cómo puede alguien que está seleccionando personal para su empresa dar este tipo de respuesta? En ese momento tendría que haberme levantado y haberme largado a mi casa, pero uno en aquel entonces todavía tenía ciertos miedos y era capaz de hacer cosas sorprendentes antes de generar una situación violenta.
– Pero para poder valorar una oferta – dije conteniendo mi cara de indignación – tendré que tener una oferta real sobre la mesa. Si no, no puedo saber si me interesa cambiar de trabajo o no. Si no es una cifra cerrada, al menos tendréis pensado un rango para el puesto que estáis demandado.
– ¿Cuánto cobras en tu trabajo actual?
– Preferiría oír primero cuánto teníais pensado pagar para este puesto antes de deciros mi salario actual.
Miradas de desconcierto. Miradas de querer acabar con esa conversación cuanto antes.
– No hemos pensado demasiado en ello. Pero podrían ser unos X al mes - respondieron.
– Lo siento, pero en mi trabajo actual estoy cobrando actualmente Z más una paga extra a final de año variable en función de objetivos.
– De acuerdo. Pues te pagamos Z.
Acababan de incrementar su oferta en casi un 60% con respecto a la primera sin haber ni siquiera pestañeado. Muy serio todo.
– ¿Y qué tipo de contrato me haríais? ¿Temporal? ¿Indefinido? ¿Por obra?
En este momento me dio la sensación que pensaron: “¡Olé! ¡Esta sí que nos la sabemos!”
– Estarías en régimen de autónomo, como siempre se hacen estas cosas.
¡Qué maravilla!. De los productores de “Ya sabes cómo funciona esto” y “Eso siempre ha sido así”, ahora llega a nuestras pantallas: “Como siempre se hacen estas cosas”. Pues señores, las cosas siempre habrán sido así en profesiones como la nuestra y en países bananeros como este, porque lo que viene siendo en el resto del mundo esto es ilegal. Eso sí, jamás he escuchado a ninguno de estos empresarios de pacotilla decir: “Estarías trabajando ilegalmente como falso autónomo”. Nunca he oído eso.
Sus caras ya no trataban de disimular el enfado que les habían producido mis preguntas inquisidoras anteriores. Yo estaba muy cortado pero había ido allí a hacer una entrevista y no me quería ir habiendo dejado ningún tema en el tintero, así que continué:
– Me gustaría que me especificaras otras aspectos sobre el tipo de puesto, responsabilidades, expectativas, y también me gustaría saber cómo hacéis con el tema de las vacaciones o bajas médicas porque claro, siendo contrato de autóno…
– ¡Vaya! – interrumpió uno de ellos – Ya veo que lo único que te interesa es eso, ¿no?
Me miraba con cara de búfalo en celo. Sólo le faltaba resoplar por la nariz y rascar violentamente el suelo de linóleo con la pezuña de los cuartos delanteros. Mi único objetivo en ese momento era no perder la calma y ver hacia dónde derivaba todo aquello.
– ¿Perdón? No entiendo lo que quiere decir. – le dije tratando de no mostrar nerviosismo.
– ¡Sí, hombre! Todas las preguntas que estás haciendo son sobre lo mismo. Vemos que únicamente estás interesado en temas de dinero, contratos, vacaciones y todas esas cosas.
Todas esas cosas, señor, son importantes. Algunos acostumbramos a intercambiar trabajo por una remuneración económica digna y por unas condiciones laborales que me permitan pagar el alquiler, venir vestido a trabajar e incluso comer de vez en cuando. Lo que usted llama esas cosas son una parte crucial de una oferta laboral y deberían haberlas planteado ustedes y no tendría que ser yo el que esté tirándoles de la lengua para obtener cuatro respuestas ambiguas y hechas con mala gana. Esas cosas, señores míos, son necesarias para valorar cualquier oferta laboral en un país civilizado.
– Bueno, como les hice saber al principio de la entrevista actualmente estoy trabajando. Así que para valorar otras ofertas necesito saber las condiciones pormenorizadas de esas ofertas y poder comparar – dije tras haber pensado todo lo anterior.
– Ya, ya. Pero eso demuestra que estás interesado sólo en el dinero.
– El puesto que me están ofreciendo es muy similar al que estoy desempeñando actualmente así que, efectivamente, necesito valorar los detalles económicos y las condiciones de la oferta para decidir si me compensa cambiar de empresa o no. No veo qué hay de malo en eso.
– ¡Sí, sí! Si lo entendemos y nadie ha dicho que haya algo malo en ello. Pero vamos, que llevamos más de media hora hablando de estos temas y a nosotros nos interesa la gente que se mueve por la arquitectura… que vive por la arquitectura… Si lo que estás buscando es una empresa ahí tienes un montón de constructoras o ingenierías. Seguro que ellos están encantados de tirarse horas hablando contigo de todos estos rollos, pero aquí estamos para hacer buena arquitectura. Ya te dijimos antes que no somos una empresa porque nuestras preocupaciones son otras. ¿Tienes alguna duda más?
Por supuesto que las tenía. No me habían respondido claramente a casi ninguna de las preguntas. Pero ya había decidido hace mucho tiempo que no me interesaba trabajar en barracas de feria manejadas por piratas en busca de presas fáciles a las que exprimir la sangre y las ganas.
– No, creo que es todo lo que tenía que preguntar. Muchas gracias.
Salí de allí con una sensación extraña. ¿Qué clase de esclavos forman las escuelas de arquitectura? ¿Qué clase de profesionales crean, capaces de ir a una entrevista de trabajo y pasar vergüenza por preguntar obviedades? ¿Qué tipo de personas lanzan al mercado laboral que tienen miedo a preguntar por las condiciones mínimas necesarias para poder valorar una oferta laboral? ¿Cuál es el problema de nuestra profesión? ¿Existió en la carrera alguna asignatura a la que yo no acudí llamada “Trabajar por amor al arte”? ¿Cómo puede gestionar bien un negocio alguien que se siente incómodo o molesto porque el entrevistado haga preguntas acerca del salario, el tipo de contrato o las condiciones laborales?
Sinceramente, creo que necesitaríamos representantes. Como hacen los futbolistas. Necesitaríamos una persona que interceda por nosotros en la negociación de una oferta de trabajo, porque no tenemos ni idea de cómo abordarlo.
Una semana después de aquella entrevista, cumpliendo con mi palabra de responderles dentro del plazo acordado, les escribí un breve mail rechazando amablemente la oferta y explicándoles que esto era debido a que no había recibido los detalles necesarios para poder valorarla y a que el overtime infinito del que me hablaron era incompatible con mi vida actual. Fui claro, pero muy correcto.
Cumplí con el compromiso de dar una contestación y lo hice de una manera más que educada. Jamás recibí respuesta alguna por su parte. Ni siquiera una respuesta automática de agradecimiento.
Es de suponer que eran hombres muy ocupados como para perder el tiempo con piltrafillas como yo, de esos que se empeñan en hacer demasiadas preguntas y no se conforman con una verdad a medias.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
+ La paradoja
“Ya podéis tener cuidado en China, que allí los derechos laborales brillan por su ausencia y os van a explotar todo lo que puedan y más”. Eso nos decía todo el mundo una y otra vez antes de venir a buscarnos la vida a este país donde vivimos y trabajamos ahora.
Paradójicamente y en contra de lo que mucha gente pueda pensar, aquí en China nos sucedió todo lo contrario a la hora de realizar entrevistas de trabajo. Hablar de condiciones económicas aquí no es ningún drama para nadie y la palabra negociación es algo que todo el mundo asume con naturalidad como parte del proceso de selección. Nadie pone caras raras o se incomoda cuando se habla de las condiciones de una oferta laboral. Empresa y candidato entienden que la negociación de unas condiciones laborales es una parte muy importante y estos temas se tratan sin ningún tipo de pudor o vergüenza. Como debe ser.
Cuando comenzamos a hacer entrevistas de trabajo en Shanghai, por regla general el proceso era casi siempre el mismo. Tras una primera fase en la que tú, como aspirante a un puesto, mostrabas quién eras y lo que habías hecho, y la empresa en cuestión hacía lo propio (en ocasiones esta primera fase podía alargarse durante dos o tres entrevistas, dependiendo del protocolo de la empresa a la que aplicases), se comenzaba a hablar de las condiciones laborales. Es aquí donde se iniciaba la negociación entre trabajador y compañía para llegar a un acuerdo mutuo. Sobra decir que el tipo de negociación dependía también de la situación del mercado laboral en ese momento, de las armas que tú tuvieras para exigir mejoras (experiencia previa, currículum, dominio del chino, etc) y de la urgencia de cada candidato para empezar a trabajar lo antes posible o cada empresa por contratar lo antes posible. En ocasiones había puntos innegociables y otras veces sucedía lo contrario y todo podía ser mejorable o discutible.
Cómo hemos dicho, la negociación dependía de muchos factores. Nadie está diciendo que la fuera fácil pero al menos tenías la oportunidad de jugar.
La cosa funcionaba más o menos así: una vez realizada las entrevistas acordadas, la empresa se comprometía a pasarte por correo electrónico una preoferta en la que te detallaban punto por punto las condiciones básicas del contrato que, en caso de llegar a un acuerdo, ibas a firmar con ellos:
- Cargo o posición a ocupar dentro del estudio y una breve descripción de las responsabilidades y obligaciones asociadas al mismo.
- Horario laboral de la oficina.
- Salario neto y fecha de revisión salarial en caso de que existiese un período de prueba con un sueldo inferior al acordado.
- Bonificaciones anuales en caso de que existiesen.
- Vacaciones
- Vuelos a tu país de origen. Esto era muy difícil de conseguir si era tu primer trabajo en China, pero lo añado porque hay gente que lo negoció satisfactoriamente y consiguió incluirlo en su contrato.
- Seguro médico. Generalmente no especificaban el nombre de la compañía aseguradora ni las cláusulas de cobertura. Lo que sí te especificaban era si en la lista de los hospitales a los que podías acudir había hospitales internacionales o no.
- Duración del contrato y otras especificaciones necesarias para el visado.
Había muchas veces que no ofrecían vacaciones durante el primer año, o que no había bonificaciones, o no incluían seguro médico. No estamos diciendo que todas las ofertas fueran buenas. Lo que estamos diciendo es que todas las ofertas eran precisamente eso: ofertas completas que uno puede comparar entre sí y tomar una decisión en función de lo que se busque. En este texto estamos intentando hablar del caso general pero que nadie se llame a engaños, que ofertas malas o incompletas había. Pero lo importante es que al menos podías valorarlo y solicitar que, en caso de que no hubieran especificado alguno de estos puntos, lo incluyesen.
Una vez recibida esta preoferta y en caso de no estar completamente de acuerdo en alguno de los puntos detallados, acordabas otra entrevista para tratar de negociarlos o incluso, en ocasiones, simplemente bastaba con un intercambio de correos electrónicos. Nadie se molestaba por nada. Nadie se sorprendía por nada. Todo el mundo lo veía como parte del proceso de contratación.
Por tanto, y contra todo pronóstico, en China fueron mucho más transparentes que en cualquier entrevista que hayamos realizado en España, donde siempre obtenías respuestas a medias, caras de póker ante preguntas razonables y ofertas incompletas que te obligaban a tomar la decisión de aceptar o rechazar un trabajo en base a corazonadas, intuiciones y saltos de fe.
+ Actitudes vs. Aptitudes
No somos muy amigos de dar consejos porque cada caso particular es un mundo y hay muchos factores que influyen en cada decisión personal. Dar un consejo supone ejercer una coacción de la libre decisión de cada uno en base a estandarizar los problemas planteados. Somos de la opinión que la gente tiene que equivocarse para poder mejorar y evolucionar. Vemos el error como algo necesario, no como un hecho del cual haya que avergonzarse. Pero sí que nos gustaría terminar este texto dando nuestra visión sobre el que creemos que es el factor decisivo en una entrevista de trabajo, por si le puede ayudar a alguien.
Todo es, en nuestra opinión, una cuestión de “actitud”. Y no nos referimos sólo a la actitud del entrevistado o del candidato, sino también la de la empresa.
La aptitud es lo que sabes. La actitud es lo que haces con lo que sabes.
Por mucho que varios candidatos intenten diferenciarse entre sí para resultar interesantes en una entrevista de trabajo, la realidad es que de cara al día a día laboral en una empresa y en un puesto determinado no somos tan diferentes los unos de los otros. Y lo mismo ocurre con las empresas: por muy diferentes que sean entre sí, lo que pueden ofrecer a un candidato de cara a un puesto concreto es muy parecido. Por tanto la aptitud es muy importante pero sucede que la gran mayoría de los entrevistados van a tener aptitudes similares. Ahora bien, así como las aptitudes de varios candidatos suelen ser iguales, podemos asegurar que las actitudes no se parecen en nada.
Nuestra actitud define quiénes somos, lo que queremos y lo que ofrecemos, tanto para bien como para mal. Y creemos que hace falta un drástico cambio de actitud. Una entrevista de trabajo no puede ser unilateral. No es algo que sólo vaya en una dirección. Es un diálogo entre dos partes interesadas (empresa y candidato) cuyo objetivo es valorar si existe un interés mutuo de colaboración a futuro. Una entrevista de trabajo debería ser un diálogo, donde todos preguntan y donde todos responden. Las empresas están buscando profesionales con un determinado perfil para un puesto concreto, y para ello hacen entrevistas a posibles candidatos. Muy bien. Pues ahora vamos a darle la vuelta a la tortilla. Modifiquemos los parámetros. Cambiemos de actitud: “Yo soy un profesional que quiere trabajar para un determinado tipo de perfil de empresa. Necesito que cumplan varias condiciones y para ello voy a hacerles yo a ellos una entrevista en la que además de explicar cuáles son mis cualidades y cuál ha sido mi experiencia laboral, voy a descubrir si realmente me convence no sólo su manera de trabajar sino también las condiciones que me ofrecen”. Las empresas eligen a sus trabajadores pero yo, como candidato, también debería poder elegir si una oferta es adecuada para mi perfil profesional. En una entrevista de trabajo hay que ser sinceros y honestos, pero también hay que ser exigentes y demandar la misma sinceridad y honestidad a la empresa que nos realiza la entrevista.Probemos a pensar de esta manera cuando acudamos a una entrevista de trabajo, estemos en el país que estemos. Tratemos de modificar esa actitud pasiva habitual en la que nos sentimos juzgados o valorados y observemos qué ocurre si cambiamos las tornas. Valoremos y juzguemos nosotros también qué es lo que nos ofrecen.
Una empresa que no tiene en cuenta esta bilateralidad o que no está dispuesta a aceptar que ella también puede verse sometida al juicio de un candidato, jamás podrá ofrecer un buen puesto de trabajo porque no está buscando el valor real del profesional a contratar sino que sólo le interesa la capacidad que tiene cada aspirante a pasar por el aro o aceptar un determinado tipo de condiciones impuestas. Si un mercado laboral se autorregula de tal manera que sólo consigue un trabajo aquel que dice sí a todo sin preguntar nada y sin hacerse valer un mínimo, los resultados a medio-largo plazo serán nefastos.
Entendemos que no es el mejor momento para hablar de exigencias teniendo en cuenta la situación actual del mercado laboral, pero creo que a pesar de que uno se tiene que saber adaptar al contexto en el que se encuentra, hay que tener bien interiorizados una serie de cambios de actitud para seguir caminando con paso firme hacia adelante. Ya sea en España o en otro país, hay que hacerse valer. Hay que preguntar todo lo que no entendamos y no hay que tener miedo a rechazar respuestas ambiguas y a exigir claridad. Hay que demandar profesionalidad y rigor a las empresas que aplicamos de igual manera que ellos harán con los candidatos que vayan a contratar.
Generalmente la persona más exigente con el trabajo diario suele ser uno mismo, y de la misma manera debemos ser también los primeros en auto-respetarnos. Si uno mismo no se hace valer corre el riesgo de acabar no valiendo nada para nadie, así que empecemos por tratarnos un poquito mejor de lo que nos tratamos.
Empecemos por un pequeño cambio de actitud como este, y observemos con curiosidad los resultados. Puede que nos sorprendan, y mucho.
Mientras tanto vamos calentando motores, me gustaría publicar una experiencia laboral que tenía guardada en la recámara. Fue una anécdota surrealista que viví en primera persona hace unos cuantos años y que nunca me había animado a plasmar por escrito.
Lo que ocurrió fue más o menos así.
Me encontraba trabajando por aquel entonces para un estudio de arquitectura en Madrid. Estaba contento con lo que hacía y no tenía demasiadas quejas, pero no me gusta demasiado esa sensación de apacible estancamiento que le entra a uno cuando nota que ha puesto punto muerto y se está dejando llevar, así que que decidí hacer algunas entrevistas en otras empresas.
La cuestión era tratar de alterar ligeramente ese plácido statu quo en el que me encontraba. Agitarme un poco. Mantenerme alerta. Despertar por unos instantes de ese agradable estado de hibernación en el que me había sumido sin casi darme cuenta. Y por supuesto, valorar la situación del mercado laboral y probar suerte por si surgía alguna oferta interesante.
Para ponernos en situación diré que 'una oferta interesante' se reducía básicamente a tres hipótesis en ese momento de mi vida:
- Hipótesis A: Optar a un puesto mejor. En la oficina en la que yo trabajaba no había posibilidad de progresar mucho más y por tanto quería valorar otras opciones.
- Hipótesis B: Optar a un salario mejor. Si España fuese un país desarrollado, esto vendría implícito junto con la Hipótesis A.
- Hipótesis C: Optar a un trabajo que se ajustase a la legalidad. Es decir, optar a un contrato, retenciones, seguridad social, bajas por enfermedad y todos esos lujos absurdos que nos empeñamos en exigir algunos de nosotros cuando decidimos ponernos a trabajar por cuenta ajena. Si estuviésemos en un país desarrollado, esta ni siquiera sería una hipótesis a tener en cuenta sino que sería algo que se daría por sentado.
- En aquel momento existía además una Hipótesis D muy extendida entre algunos yihadistas del famoseo. Que el nuevo puesto fuese en un estudio de reconocido prestigio. Como comprenderán, descarté esta opción hace muchos años. Llámenme loco, pero por desgracia tengo la mala costumbre de comer y dormir de vez en cuando. Tengo ese insano y pernicioso hábito de querer vivir. Como digo, esta Hipótesis no era aplicable en mi caso. Un buen día desperté por la mañana y decidí que yo no iba a poner mi profesionalidad al servicio de esos “Señores de Reconocido Prestigio”, simple y llanamente porque yo seré muchas cosas, pero no soy esclavo de nadie. Ya ven ustedes. Así de raro es uno.
Un servidor llegó hace tiempo a la siguiente conclusión: hay dos tipos de profesionales, los que lo son y los que no lo son. Punto. Una empresa que se escuda en su nombre para esclavizar a sus empleados es sencillamente un fraude. Da igual la calidad de su arquitectura o las miles de publicaciones en las que figure su obra. Dan igual las exposiciones, las conferencias y lo cool que quede en un CV el nombre de Fulanito de Tal en letras bien grandes. Todo eso no importa. En el mundo han existido, existen y existirán estudios, empresas y oficinas mejores y peores. Unas cuidan su trabajo y a sus trabajadores, y otras son una chapuza. Unas producen buena arquitectura y desarrollan sus trabajos con honradez y profesionalidad, y otras son un auténtico desastre y no ponen ni un mínimo de amor en lo que hacen. Personalmente siempre he tratado de acercarme a las primeras, unas veces con éxito y otras sin él.
A lo largo de mi vida he intentado buscar y valorar la excelencia rechazando profundamente la mediocridad. Pero la excelencia no es sólo una colección de proyectos interesantes. No soporto a esos lobos disfrazados con piel de corderos que pretenden colarnos “excremencia” en lugar de excelencia. No soporto a los sinvergüenzas que camuflan sus ruinas con un decorado de cartón piedra que simula una falsa grandiosidad edificada sobre cimientos de barro. No soporto ni tolero a aquellos que, escudándose tras un nombre o una firma, refugiándose en el famoseo más indigno, pretenden tener a su servicio a hordas de groupies uniformados dispuestos a saltar de un avión sin paracaídas sólo porque así lo ordena su Amo y Señor. No soporto, en definitiva, a esos Señores de Reconocido Prestigio que sólo lo son de puertas para afuera. Resumiendo: que a pesar de que en la Escuela dedicaron una interminable cantidad de horas a enseñarnos que “si no trabajas para ellos, no eres nadie”, descarté la Hipótesis D y decidí centrar mi búsqueda dentro de aquellas compañías que, además de considerar que realizaban un trabajo interesante, cumpliesen alguna de las tres hipótesis anteriormente descritas.
Pero dejemos los antecedentes para otro momento y continuemos con la historia en cuestión.
+ La entrevista de trabajo
El caso es que hice varias entrevistas en diferentes estudios. La mayoría de ellas fueron de auténtica risa. En algunas incluso daban ganas de sacar del bolsillo un par de narices de payaso para generar un ambiente más acorde a lo que allí estaba sucediendo.
En una de ellas todo transcurrió con relativa normalidad. Vieron mi portfolio y les interesó mucho. Me hicieron innumerables preguntas sobre algunos proyectos concretos y se quedaron satisfechos comprobando que respondía a todo con seriedad, conocimiento y profesionalidad. Después ellos me enseñaron los proyectos en los que estaban trabajando y la verdad es que no tenían mala pinta. Conclusión: el interés era mutuo y así nos lo hicimos saber para que quedase claro. En un momento de la entrevista ellos se mostraron abiertos a que formase parte de su equipo cuanto antes. Bien. Habíamos superado la fase uno de toda entrevista de trabajo en la que, de mutuo acuerdo, se decide si se debe continuar hablando de temas más concretos o si por el contrario no hay acuerdo ni interés.
Pero de pronto comencé a sentir que la entrevista llegaba peligrosa y precipitadamente a su fin. Ellos empezaron a recoger sigilosamente algunos papeles que estaban desperdigados encima de la mesa y fueron haciendo gestos de querer levantarse de las sillas que ocupaban, mientras continuaban hablando de temas que ya nada tenían que ver con la entrevista en sí misma. Yo seguía sentado sentado observando atónito aquella escena, confiando en que estaba malinterpretando todos aquellos gestos. Realmente llegué a creer que todo era un malentendido y que en breve retomaríamos la segunda parte de la entrevista en la que se suele hablar de temas referentes a la oferta laboral en sí misma. Véase: tipo de puesto de trabajo, tipo de contrato, responsabilidades, objetivos y expectativas, horarios y honorarios, vacaciones y demás condiciones específicas. En definitiva, todas esas cosas que a la gente le gusta saber antes de valorar si está interesado en aceptar una oferta laboral. Sorprendentemente nadie de los allí presentes parecía tener intención de tocar estos temas.
– Bueno, pues ha sido un verdadero placer conocerte e igualmente será un placer tenerte en nuestro equipo si así lo decides. Tómate unos días para pensarlo y ya nos dirás si estás interesado en formar parte de este estudio. Eso sí, te pedimos por favor que nos lo digas cuanto antes, porque estamos desbordados de trabajo y nos urge contratar a alguien de manera inmediata – dijo uno de ellos mientras se levantaba de la silla y guardaba el portaminas en el bolsillo de su camisa.
Mi cara era un poema. No quedaba ninguna duda. La entrevista había llegado a su fin y me estaban pidiendo que aceptase o rechazase una oferta inexistente. Yo continuaba sentado con cara de incredulidad sin saber muy bien qué hacer ni qué decir. De pronto, uno de ellos se inclinó hacia mí y alargó su mano en señal de querer terminar formalmente con todo aquello mediante un cordial apretón de manos. Ése era el momento. O hablar ahí o callar para siempre. Después, no habría marcha atrás. Tímidamente, casi sin mirarles a los ojos, susurré: 'El caso es que… bueno… veréis… es que… tengo algunas preguntas antes de poder valorar vuestra oferta'.
Se miraron entre ellos como si jamás les hubiera pasado algo así, consultaron el reloj de pulsera haciéndome entender que eran hombres muy ocupados y finalmente se sentaron de nuevo en las sillas diciendo amablemente al unísono:
– Por supuesto. Faltaría más. Para eso estamos aquí. ¿Cuáles son tus dudas?
Empecé a plantear una por una todas las cuestiones que se habían quedado en el tintero mientras ellos respondían a medias a cada cuestión sin concretar nada. Sin claridad. Toda la vehemencia que habían demostrado hasta ese momento se tornó en oscurantismo y sus caras comenzaron progresivamente a ser menos amigables. Cada vez que les hacía una pregunta se miraban incómodos entre ellos, lo cual como es lógico, me incomodaba a mí también. Tenía la sensación de que todo lo anterior había sido una farsa y que ahora estaban demostrando su verdadero rostro.
– Lo primero de todo me gustaría saber, aunque sea de manera aproximada, los horarios de trabajo que tenéis en el estudio y el rango de honorarios que estáis barajando para el puesto.
Tras unos instantes de duda, como si jamás les hubiesen preguntado algo así, dijeron:
– Bueno, pues aquí se trabaja de 9 a 7 y paramos un par de horas para comer. Pero vamos, que esto es muy flexible, ya sabes. (Cada vez que me hablan de flexibilidad en una entrevista de trabajo, no puedo evitar sentir un escalofrío recorriendo mi cuerpo de pies a cabeza) Aquí no se ficha al entrar y al salir. Nosotros no consideramos que esto sea una empresa. (Ah, ¿no? Entonces, ¿qué demonios sois? ¿Una ONG?) Eso sí, damos cierta flexibilidad pero luego también exigimos que cuando hay entregas o temas importantes, la gente responda. Es decir, que si hay que quedarse noches o fines de semana, pues hay que quedarse. Bueno, tú ya sabes cómo funciona esto.
¡Ahí está! ¡Salió! ¡Pronunciaron las palabras mágicas! “Tú ya sabes cómo funciona esto” ¡Acabáramos de una vez! Flexibilidad unilateral, deberían llamarla. Flexibilidad en una sola dirección. Claro. Si es que todos ya sabemos cómo funciona esto: Funciona mal. Funciona penosamente mal.
Pero continuemos, que el guión no tiene desperdicio:
– Esas horas extras de las que habláis, ¿serían remuneradas, las cambiáis por días libres o cómo lo soléis hacer? – pregunté.
Las caras de ellos ya no demostraban la simpatía anterior. Estaban cada vez más incómodos.
– No, por supuesto que no. – me respondieron – Lo primero de todo es que no las llames horas extras porque no lo son. (Empieza ese momento fatídico en que la gente comienza a asustarse por llamar a cada cosa por su nombre porque eso implica reconocer que están haciendo las cosas mal. Siempre ocurre igual. Bienvenidos al maravilloso mundo de los eufemismos) No serían horas extras porque nosotros entendemos que cada persona dentro del estudio es responsable de lo que está haciendo en ese momento y si no le da tiempo a sacar adelante un trabajo durante el horario normal, es su deber como profesional acabarlo fuera de ese horario.
– Pero entonces – continué diciendo – supongo que esto es algo puntual. Quiero decir que ocurrirá un par de veces al año como máximo, ¿no? En ese caso lo entendería como una excepción, como puede suceder en cualquier trabajo en el que debido a imprevistos o situaciones inesperadas hay que trabajar alguna hora de más. Algo puntual. Digo esto porque, por poner un ejemplo, si cada mes hay que venir dos fines de semana a trabajar, o si cada semana hay que quedarse una varias noches trabajando para acabar algún concurso o alguna entrega, significaría que la gente que tenéis contratada siempre comete errores de organización y nunca es capaz de terminar nada a tiempo. Lo cual querría decir que ninguna de las personas que trabajan para vosotros son buenos profesionales.
– Pues no podemos decirte cada cuanto tiempo ocurre porque depende de la carga de trabajo.
– ¿Pero ocurre a muy a menudo o es algo puntual? ¿Una vez por semana o 2 veces al año?
Se podía cortar el aire con un cuchillo.
– A ver. No creo que haga falta explicarte a estas alturas cómo funciona esto porque lo sabes de sobra. Ocurre muy a menudo, sí. Nosotros hacemos muchos concursos y aquí todo el mundo tiene que arrimar el hombro para sacarlos adelante porque la competencia es muy dura. ¿Conoces acaso algún estudio de arquitectura que funcione con horario de oficina? (Sí. Conozco)
– Pero, si ocurre tan a menudo como decís, creo que la responsabilidad de que eso ocurra no debería recaer sólo en la gente que trabaja aquí sino que debería repartirse de alguna manera entre empresa y trabajador. Es decir, un porcentaje de horas extras serían remuneradas y otro no. No lo sé.
– Ya te dije que no las llames horas extras porque no lo son. Y por tanto, como no son horas extras, no son remuneradas. Eso siempre ha sido así, aquí y en todos los estudios.
Ahí caí en la cuenta de que estos tipos jamás habían oído la palabra “negociación”. Es decir, que no entendían que lo que yo estaba haciendo era tratar de negociar unas condiciones que consideraba nefastas para tratar de mejorarlas ligeramente a mi favor. El hecho de que alguien llegue a una entrevista y acepte de primeras trabajar gratis, no quiere decir que otro candidato tenga que aceptar eso sin negociar ni un minuto nada de lo que le oferten. Pero parece ser que eso, para ellos, era algo nuevo. Aquí no había margen de maniobra. Las cosas “siempre habían sido así” y así seguirían siendo, como en el peor de los regímenes dictatoriales que uno pueda imaginar.
– Antes os pregunté por horarios y honorarios, pero sólo me respondisteis sobre lo primero.
– Bueno, el sueldo es muy relativo, claro está.
¿Relativo? ¿Relativo a qué? ¿Qué mierda de respuesta es esa? ¿Cómo puede alguien que está seleccionando personal para su empresa dar este tipo de respuesta? En ese momento tendría que haberme levantado y haberme largado a mi casa, pero uno en aquel entonces todavía tenía ciertos miedos y era capaz de hacer cosas sorprendentes antes de generar una situación violenta.
– Pero para poder valorar una oferta – dije conteniendo mi cara de indignación – tendré que tener una oferta real sobre la mesa. Si no, no puedo saber si me interesa cambiar de trabajo o no. Si no es una cifra cerrada, al menos tendréis pensado un rango para el puesto que estáis demandado.
– ¿Cuánto cobras en tu trabajo actual?
– Preferiría oír primero cuánto teníais pensado pagar para este puesto antes de deciros mi salario actual.
Miradas de desconcierto. Miradas de querer acabar con esa conversación cuanto antes.
– No hemos pensado demasiado en ello. Pero podrían ser unos X al mes - respondieron.
– Lo siento, pero en mi trabajo actual estoy cobrando actualmente Z más una paga extra a final de año variable en función de objetivos.
– De acuerdo. Pues te pagamos Z.
Acababan de incrementar su oferta en casi un 60% con respecto a la primera sin haber ni siquiera pestañeado. Muy serio todo.
– ¿Y qué tipo de contrato me haríais? ¿Temporal? ¿Indefinido? ¿Por obra?
En este momento me dio la sensación que pensaron: “¡Olé! ¡Esta sí que nos la sabemos!”
– Estarías en régimen de autónomo, como siempre se hacen estas cosas.
¡Qué maravilla!. De los productores de “Ya sabes cómo funciona esto” y “Eso siempre ha sido así”, ahora llega a nuestras pantallas: “Como siempre se hacen estas cosas”. Pues señores, las cosas siempre habrán sido así en profesiones como la nuestra y en países bananeros como este, porque lo que viene siendo en el resto del mundo esto es ilegal. Eso sí, jamás he escuchado a ninguno de estos empresarios de pacotilla decir: “Estarías trabajando ilegalmente como falso autónomo”. Nunca he oído eso.
Sus caras ya no trataban de disimular el enfado que les habían producido mis preguntas inquisidoras anteriores. Yo estaba muy cortado pero había ido allí a hacer una entrevista y no me quería ir habiendo dejado ningún tema en el tintero, así que continué:
– Me gustaría que me especificaras otras aspectos sobre el tipo de puesto, responsabilidades, expectativas, y también me gustaría saber cómo hacéis con el tema de las vacaciones o bajas médicas porque claro, siendo contrato de autóno…
– ¡Vaya! – interrumpió uno de ellos – Ya veo que lo único que te interesa es eso, ¿no?
Me miraba con cara de búfalo en celo. Sólo le faltaba resoplar por la nariz y rascar violentamente el suelo de linóleo con la pezuña de los cuartos delanteros. Mi único objetivo en ese momento era no perder la calma y ver hacia dónde derivaba todo aquello.
– ¿Perdón? No entiendo lo que quiere decir. – le dije tratando de no mostrar nerviosismo.
– ¡Sí, hombre! Todas las preguntas que estás haciendo son sobre lo mismo. Vemos que únicamente estás interesado en temas de dinero, contratos, vacaciones y todas esas cosas.
Todas esas cosas, señor, son importantes. Algunos acostumbramos a intercambiar trabajo por una remuneración económica digna y por unas condiciones laborales que me permitan pagar el alquiler, venir vestido a trabajar e incluso comer de vez en cuando. Lo que usted llama esas cosas son una parte crucial de una oferta laboral y deberían haberlas planteado ustedes y no tendría que ser yo el que esté tirándoles de la lengua para obtener cuatro respuestas ambiguas y hechas con mala gana. Esas cosas, señores míos, son necesarias para valorar cualquier oferta laboral en un país civilizado.
– Bueno, como les hice saber al principio de la entrevista actualmente estoy trabajando. Así que para valorar otras ofertas necesito saber las condiciones pormenorizadas de esas ofertas y poder comparar – dije tras haber pensado todo lo anterior.
– Ya, ya. Pero eso demuestra que estás interesado sólo en el dinero.
– El puesto que me están ofreciendo es muy similar al que estoy desempeñando actualmente así que, efectivamente, necesito valorar los detalles económicos y las condiciones de la oferta para decidir si me compensa cambiar de empresa o no. No veo qué hay de malo en eso.
– ¡Sí, sí! Si lo entendemos y nadie ha dicho que haya algo malo en ello. Pero vamos, que llevamos más de media hora hablando de estos temas y a nosotros nos interesa la gente que se mueve por la arquitectura… que vive por la arquitectura… Si lo que estás buscando es una empresa ahí tienes un montón de constructoras o ingenierías. Seguro que ellos están encantados de tirarse horas hablando contigo de todos estos rollos, pero aquí estamos para hacer buena arquitectura. Ya te dijimos antes que no somos una empresa porque nuestras preocupaciones son otras. ¿Tienes alguna duda más?
Por supuesto que las tenía. No me habían respondido claramente a casi ninguna de las preguntas. Pero ya había decidido hace mucho tiempo que no me interesaba trabajar en barracas de feria manejadas por piratas en busca de presas fáciles a las que exprimir la sangre y las ganas.
– No, creo que es todo lo que tenía que preguntar. Muchas gracias.
Salí de allí con una sensación extraña. ¿Qué clase de esclavos forman las escuelas de arquitectura? ¿Qué clase de profesionales crean, capaces de ir a una entrevista de trabajo y pasar vergüenza por preguntar obviedades? ¿Qué tipo de personas lanzan al mercado laboral que tienen miedo a preguntar por las condiciones mínimas necesarias para poder valorar una oferta laboral? ¿Cuál es el problema de nuestra profesión? ¿Existió en la carrera alguna asignatura a la que yo no acudí llamada “Trabajar por amor al arte”? ¿Cómo puede gestionar bien un negocio alguien que se siente incómodo o molesto porque el entrevistado haga preguntas acerca del salario, el tipo de contrato o las condiciones laborales?
Sinceramente, creo que necesitaríamos representantes. Como hacen los futbolistas. Necesitaríamos una persona que interceda por nosotros en la negociación de una oferta de trabajo, porque no tenemos ni idea de cómo abordarlo.
Una semana después de aquella entrevista, cumpliendo con mi palabra de responderles dentro del plazo acordado, les escribí un breve mail rechazando amablemente la oferta y explicándoles que esto era debido a que no había recibido los detalles necesarios para poder valorarla y a que el overtime infinito del que me hablaron era incompatible con mi vida actual. Fui claro, pero muy correcto.
Cumplí con el compromiso de dar una contestación y lo hice de una manera más que educada. Jamás recibí respuesta alguna por su parte. Ni siquiera una respuesta automática de agradecimiento.
Es de suponer que eran hombres muy ocupados como para perder el tiempo con piltrafillas como yo, de esos que se empeñan en hacer demasiadas preguntas y no se conforman con una verdad a medias.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
+ La paradoja
“Ya podéis tener cuidado en China, que allí los derechos laborales brillan por su ausencia y os van a explotar todo lo que puedan y más”. Eso nos decía todo el mundo una y otra vez antes de venir a buscarnos la vida a este país donde vivimos y trabajamos ahora.
Paradójicamente y en contra de lo que mucha gente pueda pensar, aquí en China nos sucedió todo lo contrario a la hora de realizar entrevistas de trabajo. Hablar de condiciones económicas aquí no es ningún drama para nadie y la palabra negociación es algo que todo el mundo asume con naturalidad como parte del proceso de selección. Nadie pone caras raras o se incomoda cuando se habla de las condiciones de una oferta laboral. Empresa y candidato entienden que la negociación de unas condiciones laborales es una parte muy importante y estos temas se tratan sin ningún tipo de pudor o vergüenza. Como debe ser.
Cuando comenzamos a hacer entrevistas de trabajo en Shanghai, por regla general el proceso era casi siempre el mismo. Tras una primera fase en la que tú, como aspirante a un puesto, mostrabas quién eras y lo que habías hecho, y la empresa en cuestión hacía lo propio (en ocasiones esta primera fase podía alargarse durante dos o tres entrevistas, dependiendo del protocolo de la empresa a la que aplicases), se comenzaba a hablar de las condiciones laborales. Es aquí donde se iniciaba la negociación entre trabajador y compañía para llegar a un acuerdo mutuo. Sobra decir que el tipo de negociación dependía también de la situación del mercado laboral en ese momento, de las armas que tú tuvieras para exigir mejoras (experiencia previa, currículum, dominio del chino, etc) y de la urgencia de cada candidato para empezar a trabajar lo antes posible o cada empresa por contratar lo antes posible. En ocasiones había puntos innegociables y otras veces sucedía lo contrario y todo podía ser mejorable o discutible.
Cómo hemos dicho, la negociación dependía de muchos factores. Nadie está diciendo que la fuera fácil pero al menos tenías la oportunidad de jugar.
La cosa funcionaba más o menos así: una vez realizada las entrevistas acordadas, la empresa se comprometía a pasarte por correo electrónico una preoferta en la que te detallaban punto por punto las condiciones básicas del contrato que, en caso de llegar a un acuerdo, ibas a firmar con ellos:
- Cargo o posición a ocupar dentro del estudio y una breve descripción de las responsabilidades y obligaciones asociadas al mismo.
- Horario laboral de la oficina.
- Salario neto y fecha de revisión salarial en caso de que existiese un período de prueba con un sueldo inferior al acordado.
- Bonificaciones anuales en caso de que existiesen.
- Vacaciones
- Vuelos a tu país de origen. Esto era muy difícil de conseguir si era tu primer trabajo en China, pero lo añado porque hay gente que lo negoció satisfactoriamente y consiguió incluirlo en su contrato.
- Seguro médico. Generalmente no especificaban el nombre de la compañía aseguradora ni las cláusulas de cobertura. Lo que sí te especificaban era si en la lista de los hospitales a los que podías acudir había hospitales internacionales o no.
- Duración del contrato y otras especificaciones necesarias para el visado.
Había muchas veces que no ofrecían vacaciones durante el primer año, o que no había bonificaciones, o no incluían seguro médico. No estamos diciendo que todas las ofertas fueran buenas. Lo que estamos diciendo es que todas las ofertas eran precisamente eso: ofertas completas que uno puede comparar entre sí y tomar una decisión en función de lo que se busque. En este texto estamos intentando hablar del caso general pero que nadie se llame a engaños, que ofertas malas o incompletas había. Pero lo importante es que al menos podías valorarlo y solicitar que, en caso de que no hubieran especificado alguno de estos puntos, lo incluyesen.
Una vez recibida esta preoferta y en caso de no estar completamente de acuerdo en alguno de los puntos detallados, acordabas otra entrevista para tratar de negociarlos o incluso, en ocasiones, simplemente bastaba con un intercambio de correos electrónicos. Nadie se molestaba por nada. Nadie se sorprendía por nada. Todo el mundo lo veía como parte del proceso de contratación.
Por tanto, y contra todo pronóstico, en China fueron mucho más transparentes que en cualquier entrevista que hayamos realizado en España, donde siempre obtenías respuestas a medias, caras de póker ante preguntas razonables y ofertas incompletas que te obligaban a tomar la decisión de aceptar o rechazar un trabajo en base a corazonadas, intuiciones y saltos de fe.
+ Actitudes vs. Aptitudes
No somos muy amigos de dar consejos porque cada caso particular es un mundo y hay muchos factores que influyen en cada decisión personal. Dar un consejo supone ejercer una coacción de la libre decisión de cada uno en base a estandarizar los problemas planteados. Somos de la opinión que la gente tiene que equivocarse para poder mejorar y evolucionar. Vemos el error como algo necesario, no como un hecho del cual haya que avergonzarse. Pero sí que nos gustaría terminar este texto dando nuestra visión sobre el que creemos que es el factor decisivo en una entrevista de trabajo, por si le puede ayudar a alguien.
Todo es, en nuestra opinión, una cuestión de “actitud”. Y no nos referimos sólo a la actitud del entrevistado o del candidato, sino también la de la empresa.
La aptitud es lo que sabes. La actitud es lo que haces con lo que sabes.
Por mucho que varios candidatos intenten diferenciarse entre sí para resultar interesantes en una entrevista de trabajo, la realidad es que de cara al día a día laboral en una empresa y en un puesto determinado no somos tan diferentes los unos de los otros. Y lo mismo ocurre con las empresas: por muy diferentes que sean entre sí, lo que pueden ofrecer a un candidato de cara a un puesto concreto es muy parecido. Por tanto la aptitud es muy importante pero sucede que la gran mayoría de los entrevistados van a tener aptitudes similares. Ahora bien, así como las aptitudes de varios candidatos suelen ser iguales, podemos asegurar que las actitudes no se parecen en nada.
Nuestra actitud define quiénes somos, lo que queremos y lo que ofrecemos, tanto para bien como para mal. Y creemos que hace falta un drástico cambio de actitud. Una entrevista de trabajo no puede ser unilateral. No es algo que sólo vaya en una dirección. Es un diálogo entre dos partes interesadas (empresa y candidato) cuyo objetivo es valorar si existe un interés mutuo de colaboración a futuro. Una entrevista de trabajo debería ser un diálogo, donde todos preguntan y donde todos responden. Las empresas están buscando profesionales con un determinado perfil para un puesto concreto, y para ello hacen entrevistas a posibles candidatos. Muy bien. Pues ahora vamos a darle la vuelta a la tortilla. Modifiquemos los parámetros. Cambiemos de actitud: “Yo soy un profesional que quiere trabajar para un determinado tipo de perfil de empresa. Necesito que cumplan varias condiciones y para ello voy a hacerles yo a ellos una entrevista en la que además de explicar cuáles son mis cualidades y cuál ha sido mi experiencia laboral, voy a descubrir si realmente me convence no sólo su manera de trabajar sino también las condiciones que me ofrecen”. Las empresas eligen a sus trabajadores pero yo, como candidato, también debería poder elegir si una oferta es adecuada para mi perfil profesional. En una entrevista de trabajo hay que ser sinceros y honestos, pero también hay que ser exigentes y demandar la misma sinceridad y honestidad a la empresa que nos realiza la entrevista.Probemos a pensar de esta manera cuando acudamos a una entrevista de trabajo, estemos en el país que estemos. Tratemos de modificar esa actitud pasiva habitual en la que nos sentimos juzgados o valorados y observemos qué ocurre si cambiamos las tornas. Valoremos y juzguemos nosotros también qué es lo que nos ofrecen.
Una empresa que no tiene en cuenta esta bilateralidad o que no está dispuesta a aceptar que ella también puede verse sometida al juicio de un candidato, jamás podrá ofrecer un buen puesto de trabajo porque no está buscando el valor real del profesional a contratar sino que sólo le interesa la capacidad que tiene cada aspirante a pasar por el aro o aceptar un determinado tipo de condiciones impuestas. Si un mercado laboral se autorregula de tal manera que sólo consigue un trabajo aquel que dice sí a todo sin preguntar nada y sin hacerse valer un mínimo, los resultados a medio-largo plazo serán nefastos.
Entendemos que no es el mejor momento para hablar de exigencias teniendo en cuenta la situación actual del mercado laboral, pero creo que a pesar de que uno se tiene que saber adaptar al contexto en el que se encuentra, hay que tener bien interiorizados una serie de cambios de actitud para seguir caminando con paso firme hacia adelante. Ya sea en España o en otro país, hay que hacerse valer. Hay que preguntar todo lo que no entendamos y no hay que tener miedo a rechazar respuestas ambiguas y a exigir claridad. Hay que demandar profesionalidad y rigor a las empresas que aplicamos de igual manera que ellos harán con los candidatos que vayan a contratar.
Generalmente la persona más exigente con el trabajo diario suele ser uno mismo, y de la misma manera debemos ser también los primeros en auto-respetarnos. Si uno mismo no se hace valer corre el riesgo de acabar no valiendo nada para nadie, así que empecemos por tratarnos un poquito mejor de lo que nos tratamos.
Empecemos por un pequeño cambio de actitud como este, y observemos con curiosidad los resultados. Puede que nos sorprendan, y mucho.
16 comentarios :
Nota: Como todos los artículos en el blog (y mucho más aún en el caso de los post relacionados con China), siempre están basados en nuestra visión y nuestra experiencia personal. Esto es lo que nosotros hemos vivido y así lo contamos. Por supuesto, entendemos que cada persona habrá experimentado situaciones diferentes y particulares que puede que no tengan nada que ver con este relato.
Gran post!
Yo llevo dos años emigrado en San Francisco (CA, USA), después de huir de mi amada Barcelona. Y aqui ocurre exactamente lo mismo que lo que cuentas sobre China. 2 entrevistas, oferta por escrito encima de la mesa, y respuestas claras a todo. Y si no la tienen en ese momento (porque no la saben), procuran tenerte la respuesta para el final de la entrevista.
Gente seria, tratando profesionales con respeto.
Yo creo que las facultades de arquitectura ayudan a fabricar arquitectos dóciles para estas ratas explotadoras que todos hemos conocido. Y más autoestima deberia de tener la gente! De Aptitud hay mucha, falta Actitud!
Un saludo de @stv_e3
Genial...
Como hacerte valer en unos cuantos párrafos!! Totalmente cierto y totalmente didactico. Pensamos que tenemos que trabajar "gratis" para convertirnos en arquitectos, cuando en otros países te entrevistan en condiciones incluso para realizar prácticas con ellos. España está acabando con nosotros (conmigo), aunque ya casi no hay ni entrevistas. Me fastidia emigrar, pero es lo que hay. Aunque el trabajo fuera está bien para aprender otras formas, idiomas, realizarte como persona...Yo he trabajado, a día de hoy, en más sitios que no tienen nada que ver con la arquitectura, dónde si que hacen entrevistas personal cualificado. En fin...espero que con los años cambie nuestro país, lleno de piratas en todos los ámbitos...
Me ha encantado leer vuestro post. Espero que sirva para concienciarnos de que somos todos y cada uno de nosotros, arquitectos, los que día a día, con nuestra actitud, estamos determinando el futuro de nuestra profesión.
Muchas gracias y suerte en China,
Beatriz, desde Ámsterdam.
Vuestra versión es muy similar a la que hemos vivido la mayoría de los arquitectos, con sus matices pero siempre variaciones sobre el mismo tema. Lo habéis explicado perfectamente y poco hay que añadir. Enhorabuena y mucha suerte por el lejano Oriente.
Un saludo Julen y Nieves desde Lanzarote.
www.herizo.com
Ha sido una grata sorpresa haber llegado a vuestro blog y más aún haberme iniciado en él leyendo este post ya que también soy arquitecto en Shanghai y, ahora que se termina la beca con la que he estado trabajando, negociaré en los próximos días las condiciones de un contrato para continuar en el mismo estudio. Será la primera vez que lo haga porque en España nunca he tenido ese "privilegio".
Es triste pero a veces hace falta leer un post como este para recordar cuáles son nuestros derechos como trabajadores. Se han ido aceptando tanta cosas inaceptables en esta profesión hasta el punto de que ya nos parecen completamente normales y uno llega a dudar de si es un caradura o un vago por cuestionarlas.
Enhorabuena y gracias por compartir tu visión.
Un saludo
Hola.
Ha sido una grata sorpresa haber llegado a vuestro blog y más aún haberme iniciado en él leyendo este post ya que también soy arquitecto en Shanghai y, ahora que se termina la beca con la que he estado trabajando, negociaré en los próximos días las condiciones de un contrato para continuar en el mismo estudio. Será la primera vez que lo haga porque en España nunca he tenido ese "privilegio".
Es triste pero a veces hace falta leer un post como este para recordar cuáles son nuestros derechos como trabajadores. Se han ido aceptando tanta cosas inaceptables en esta profesión hasta el punto de que ya nos parecen completamente normales y uno llega a dudar de si es un caradura o un vago por cuestionarlas.
Enhorabuena y gracias por compartir vuestra visión.
Un saludo
Muchas gracias a todos por los comentarios. Además, nos alegra comprobar como lo nuestro no es un caso aislado, sino que muchos más han sufrido entrevistas parecidas en España y cuando han salido al extranjero han visto la diferencia que hay, al menos en el planteamiento de las mismas.
Lo que ha pasado en España durante todos estos años en nuestro sector no puede volverse a repetir.
Si queremos que nos miren como a profesionales, debemos ser profesionales. Ya tengamos una empresa propia o trabajemos por cuenta ajena.
Un abrazo!
Hola chicos, primero daros las gracias, vuestro blog ha sido todo un descubrimiento para mi que sin duda seguiré visitando porque como Arquitecta me interesa todo lo que escribís por aquí.
Vuestros artículos estan muy bien escritos, transmiten sinceridad, buena voluntad y además están cargados de información muy útil.
Como arquitecta que lleva trabajando y viviendo en UK 3 años (y que nunca ha trabajado en España) he de decir que en mi experiencia las entrevistas laborales y las condiciones en las empresas inglesas , desgraciadamente, han sido exactamente como la entrevista que cuentas en tu artículo. Conversación unilateral, o aceptas sus condiciones o contrataran a otro que esté dispuesto a trabajar así. He trabajado en 3 estudios diferentes cada uno en una ciudad distinta del Reino Unido. Realizado 5 entrevistas, todas y cada una muy similares a la que tu desscribes y no se si habrá sido por mi falta de experiencia profesional en el momento de realizar las entrevistas o por qué razón, pero todavía no me he topado con un estudio que condiciones laborales 'aceptables'.
Los sueldos son mínimos,los derechos como trabajador también son mínimos. Las horas extras no se pagan, pero todo el mundo las hace y un largo etc que es igualito igualito a lo que cuentas de lo que sucede en España. Por tanto, sí ,España es un país subdesarrollado en ese aspecto pero el Reino Unido parece que es prácticamente igual, al menos en mi experiencia.
Un saludo.
Hola chicos, lo primero felicitaros por vuestro blog y por los geniales artículos cargados de información y honestidad.
Soy una arquitecta española que lleva viviendo y trabajando en UK 3 años, desdé que terminé la carrera. Y por desgracia, tengo que añadir que al salir de España (en el Reino Unido por lo menos) la experiencia es similar,la mayoría de las entrevistas que he realizado en este país son básicamente como la que tu describes.O aceptas sus condiciones o tienen a 300 mas en la cola que lo harán. En 3 años he realizado unas 5 entrevistas y he trabajado en 3 oficinas de arquitectura, cada una en una ciudad distinta. Y TODAS tienen en común unas pesimas condiciones laborales, horas extras sin cobrar y un largo etc. No se si quizás mi experiencia se deba a mi falta de experiencia profesional al mudarme a este país y por tanto tener menos material para negociar.. pero bueno llevo ya 3 años de experiencia acumulada y todavía no he encontrado una empresa en el sector de la arquitectura en condiciones, y sigo con mi búsqueda..
Un saludo.
Hola....
Como arquitecto emigrada en Austria os diré que he estado trabajando en 3 empresas y que he realizado varias entrevistas. Por supuesto aquí, te dicen lo que vas a cobrar desde el principio, las vacaciones no son negociables, son las legales y las horas extras se dan en vacaciones. En mi actual empresa la entrevista fue estupenda, nos sentamos los tres el jefe, su mujer y yo y me contaron los proyectos que hacen, me enseñaron maquetas, etc pero por supuesto me dijeron el horario de trabajo, el sueldo (me lo dijeron en bruto y cuando pregunté cuánto era en neto llamaron al asesor fiscal). Incluso como vivía en otra ciudad me recomendaron una residencia para vivir durante los 2 meses de prueba.
En la anterior empresa me ofrecieron la modalidad "autónomo" aquí si cobras menos de 3000€/año no necesitas cotizar aunque si pagarte el seguro).
De hecho os diré lo claro que tienen aquí que la explotación no ayuda a la profesión. Fui a una entrevista, me atendió un hombre bastante joven y después de las primeras impresiones me dijo que lo sentía, que no daba el perfil porque al ser una empresa muy pequeña necesitaban a alguien que dominara el idioma ya que me podría tocar hacer mediciones, presupuestos, hablar con algún prooveedor etc (en aquel momento yo no era capaz de dichas cosas) pero me deseo suerte y me preguntó cuánto tiempo llevaba buscando trabajo en el país... me recomendó una gran empresa (que en ese momento buscaba gente) y me advirtió que no trabajara por menos de X que era algo menos de lo que ofrecían ellos......
Le di las gracias y me fui, seguí su consejo y ahora hablo mejor alemán y trabajo por un 50% más de lo que me recomendó...
Hola....
Como arquitecto emigrada en Austria os diré que he estado trabajando en 3 empresas y que he realizado varias entrevistas. Por supuesto aquí, te dicen lo que vas a cobrar desde el principio, las vacaciones no son negociables, son las legales y las horas extras se dan en vacaciones. En mi actual empresa la entrevista fue estupenda, nos sentamos los tres el jefe, su mujer y yo y me contaron los proyectos que hacen, me enseñaron maquetas, etc pero por supuesto me dijeron el horario de trabajo, el sueldo (me lo dijeron en bruto y cuando pregunté cuánto era en neto llamaron al asesor fiscal). Incluso como vivía en otra ciudad me recomendaron una residencia para vivir durante los 2 meses de prueba.
En la anterior empresa me ofrecieron la modalidad "autónomo" aquí si cobras menos de 3000€/año no necesitas cotizar aunque si pagarte el seguro).
De hecho os diré lo claro que tienen aquí que la explotación no ayuda a la profesión. Fui a una entrevista, me atendió un hombre bastante joven y después de las primeras impresiones me dijo que lo sentía, que no daba el perfil porque al ser una empresa muy pequeña necesitaban a alguien que dominara el idioma ya que me podría tocar hacer mediciones, presupuestos, hablar con algún prooveedor etc (en aquel momento yo no era capaz de dichas cosas) pero me deseo suerte y me preguntó cuánto tiempo llevaba buscando trabajo en el país... me recomendó una gran empresa (que en ese momento buscaba gente) y me advirtió que no trabajara por menos de X que era algo menos de lo que ofrecían ellos......
Le di las gracias y me fui, seguí su consejo y ahora hablo mejor alemán y trabajo por un 50% más de lo que me recomendó...
Mil gracias por los comentarios. Es curioso comparar la nefasta situación laboral que comenta @martagarcia acerca de UK, la cual ya conocíamos gracias a otros amigos que andan por allí, y la que nos cuenta @unkown de Austria.
Evidentemente, como decimos siempre, cada caso particular es un mundo pero es muy interesante escuchar diferentes valoraciones.
Parece ser que hay países empeñados en hacer mal las cosas y destrozar el mercado laboral, mientras que otros siguen tratando de cuidar a los canditatos manteniendo la dignidad de la profesión. Sobra decir que creemos que hay que seguir buscando trabajar para estos últimos e intentar decir NO a los primeros. De lo contrario, a largo plazo nos arrepentiremos.
Hay que buscar la profesionalidad a toda costa, y esta empieza (y se ve casi sin lugar a dudas) desde el momento inicial de la entrevista de trabajo.
Una empresa que no proyecta seriedad en una entrevista de trabajo, y que no ofrece unas condiciones mínimas, jamás podrá ofrecernos nada más que quebraderos de cabeza a largo plazo.
Muchas gracias por ofrecernos vuestras experiencias y mucha suerte a cada uno con su aventura.
Mi comentario llega un poco tarde porque no conocía vuestro blog, pero ahora ya os he agregado a mi RSS...que presión a partir de ahora eh? :-)
En mi caso siempre he trabajado por mi cuenta e iba sobreviviendo (algunas temporadas habia contratado algun estudiante en practicas segun las normas de la eescuela en cuanto a contratacion y a sueldos) pero normalmente era el tipico freelance trabajando solo.
Eso se termino de raiz en 2007 como ya sabemos todos y de alguna proyecto que empece en esa epoca fui tirando algun tiempo y de algun otro escaso en estos ultimos años e ido tirando reconvirtiedome en parte como asesor en temas de comunicación 2.0 apoyandome en un master en SIC.
Cuento todo esto porque no tengo vuestra experiència en cuanto a relaciones con empresas (casi te diria que me dan panico...)pero este post es mas qu eun post...es casi un libro de autoayuda (en el buen sentido) es una leccion de vida explicada desde la transparencia y la sinceridad (como alguien comentaba por aquí creo)
Solo os escribo para agradeceros que hayáis compartido vuestra experiència porque la fuerza y el ánimo que habeis puesto en vuestro relato ...me ha dado fuerzas para seguir luchando en este lamentable pais (mundo?) o mejor dicho sociedad en el tiempo, que nos ha tocado vivir.
Gracias y...gracias de nuevo :-)
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