Como viene
siendo habitual últimamente, los medios de comunicación vuelven a poner el foco en nuestra profesión. Jamás habían
difundido tantas noticias sobre arquitectura como en los últimos tiempos. Nunca
antes se habían molestado lo más mínimo en tratar de retratar el día a día de un
arquitecto de a pie, ya que por entonces preferían centrarse únicamente en los
peces gordos y en las superestrellas del momento. Parece que los periodistas
sólo están presentes cuando hay verdadera carnaza con la que poder rellenar
páginas y artículos de todo tipo y condición.
Cuando las cosas iban
bien sólo veíamos retratados en los periódicos a los magnates del star-system
arquitectónico. Nos sorprendían con sus buenos modales y nos
daban clases magistrales sobre sus exquisitas y refinadas excentricidades
artísticas. Eran los elegidos. Eran los dioses. Eran los sabios. Eran únicos.
Eran populares. Eran el reflejo del éxito. Y eran, cómo no, ricos.
Entonces no había lugar
para compositores desconocidos.
En esos tiempos sólo
había espacio para las Shakiras de turno.
Diseñadores, arquitectos y estrellas mediáticas vestidas de Armani nos revelaban las claves de cómo proyectaban sus lujosos edificios utilizando nada más que su inspiración divina. Lo que para cualquier humano sólo era una simple servilleta usada, para ellos un lienzo perfecto donde dibujar ese improvisado garabato capaz de concentrar en unos cuantos trazos la idea generadora de sus inmaculados proyectos. La esencia de la mente del artista condensada en un simple croquis que meses después se convertiría, como por arte de magia, en un singular edificio del Upper East Side de Manhattan. Y sin que ellos se arrugasen la camisa de firma ni se descolocase un sólo pelo de su cabellera engominada. Las gafas de pasta permanecían en su sitio y la dentadura siempre parecía retocada por Photoshop.
Diseñadores, arquitectos y estrellas mediáticas vestidas de Armani nos revelaban las claves de cómo proyectaban sus lujosos edificios utilizando nada más que su inspiración divina. Lo que para cualquier humano sólo era una simple servilleta usada, para ellos un lienzo perfecto donde dibujar ese improvisado garabato capaz de concentrar en unos cuantos trazos la idea generadora de sus inmaculados proyectos. La esencia de la mente del artista condensada en un simple croquis que meses después se convertiría, como por arte de magia, en un singular edificio del Upper East Side de Manhattan. Y sin que ellos se arrugasen la camisa de firma ni se descolocase un sólo pelo de su cabellera engominada. Las gafas de pasta permanecían en su sitio y la dentadura siempre parecía retocada por Photoshop.
Todo era
magia. Todo era arte y elegancia.
Calatrava parecía ser
el único arquitecto que existía sobre la faz de la tierra y el día que tocaba
hablar de mujeres arquitectos, ahí tenían a la incombustible y luchadora Zaha,
abriéndose camino a mordiscos dentro de una profesión históricamente dominada
por hombres.
Estos
eran los tiempos de las Shakiras y los Justin Biebers. Los tiempos del
photocall y del ensalzamiento de los elegidos. Eran los momentos del vino y las
rosas. Eran los tiempos de bonanza en los que sólo importaban los grandes. Los
triunfadores. Los destacados. No había sitio para los profesionales anónimos
que no fueran ídolos de masas. El circo estaba más preocupado de llenar sus
páginas con temas bien distintos y jamás hubo un sólo artículo que no estuviera
catalogado en la sección "Tendencias" del suplemento dominical de un
periódico.
Todo era precioso. Y
todos eran héroes triunfadores.
Pero hoy las Shakiras ya no venden tantos ejemplares. Es el tiempo de los Fulanitos.
Ahora que las cosas
pintan mal, los medios de comunicación han cambiado su estrategia. De un tiempo
a esta parte únicamente se entran en el arquitecto anónimo que lucha por salir
adelante. Pedro es un arquitecto de 30 años que ha tenido que emigrar al
Congo para trabajar extrayendo Coltán en jornadas de 19 horas al día cobrando
una media de 10 dólares a la semana. Marta tuvo que vender un riñón en
el mercado negro de tráfico de órganos para poder devolver a la administración
los IVAs de las facturas que ésta todavía no le había abonado. Alberto
y Cristina, que obtuvieron sendos Premios Especiales de Fin de Carrera en el
año 2003, han tenido que cerrar su pequeño estudio a las afueras de Madrid para
convertirse en mulas de un cártel de narcos en la localidad de El Paso y ahora se dedican a introducir cocaína en sus esfínteres. Mientras tanto sus socios se han especializado en el ilustre arte del PingPong Show en un club de las afueras de Bangkok y no les va nada mal.
En los tiempos que
corren, los periodistas sí que buscan arquitectos no mediáticos y nos cuentan
con detalle sus dramáticas historias ilustrando los artículos con una
fotografía firmada con los nombres y apellidos de los protagonistas.
Ahora ya no salimos en
la sección de Tendencias de las revistas de moda ni junto a los anuncios de
Hermés de los suplementos dominicales más fashion, sino que ocupamos las
páginas de sucesos. En breve quizá nos reserven un hueco en las
esquelas.
El último artículo con
el que nos deleita El País se
titula "De arquitectos a tenderos" y viene acompañado
del dramatismo habitual que tanto le gusta a la prensa.
El reportaje no defrauda e incluye todos
los ingredientes y tópicos sobre los Fulanitos. No se deja nada en el tintero. Veamos:
1. Comienza con nombres propios y una
fotografía de los protagonistas: Xavi y Mariona. Antes arquitectos, ahora
regentes de un pequeño supermercado.
2. Está plagado de datos y más datos de esos
que ya todos nos sabemos de carrerilla: el 30% de los arquitectos colegiados
no visaron ni un solo proyecto en 2010 / la superficie visada, es decir, la
que se prevé construir, ha caído el 85% desde 2006 / ese año se visaron 30,5
millones de metros cuadrados mientras que en 2010 la cifra bajó hasta los 4,5
millones de metros cuadrados / si durante la burbuja inmobiliaria se visaron
hasta 130.000 viviendas al año en Cataluña, en 2010 fueron unas 8.000.
3. Incluye unas sobrecogedoras y vergonzosas declaraciones de algún miembro de un Colegio de Arquitectos: El decano del
Colegio de Cataluña se muestra crítico con el papel de las Administraciones:
"era un sector sobredimensionado, pero tenemos la sensación de que las
Administraciones han dejado al sector en caída libre".
4. Contiene una historia de superación, entrega
y de personas que se reinventan a sí mismas ante situaciones adversas. Como si
fuera una especie de moraleja con la que nos machacan constantemente como
advirtiéndonos: "Pensad en algo para salir del agujero. ¿No veis que
hay gente que lo hace? No os quedéis buscando a los culpables de la crisis y
encontrad soluciones antes de que sea tarde, insensatos".
Siempre es el mismo
cuento con diferentes protagonistas. Lo que vende son las historias de
superación y los dramatismos de un colectivo que se ha visto inmerso en un
agujero del que difícilmente podrá salir airoso. Eso vende. La carnaza vende.
Personalmente me
parece muy loable la historia de Xavi y Mariona. No tengo nada en contra de
ellos e igualmente no tengo nada en contra de ningún Fulanito ni Menganito que nos cuentan su milagrosa reconversión en los diarios. Este post no va de todos ellos sino
del periodismo de titular fácil. Uno ya se cansa de tanto cuento cada vez que
abre un periódico. Ni antes lo hicieron bien fabricando mitos vivos a los que
admirar e idolatrar, ni ahora están acertando con tanto melodrama barato más
propio de una telenovela cutre que de un periódico de tirada nacional.
Detestamos en su día la soberbia de las Shakiras y admiramos hoy la valentía y los recursos de surpervivencia de los Fulanitos. Y uno empieza a estar cansado de ver cómo a los periodistas les aburre tanto la realidad que quieren fabricarla y moldearla a su antojo a golpe de clickbait.
Detestamos en su día la soberbia de las Shakiras y admiramos hoy la valentía y los recursos de surpervivencia de los Fulanitos. Y uno empieza a estar cansado de ver cómo a los periodistas les aburre tanto la realidad que quieren fabricarla y moldearla a su antojo a golpe de clickbait.
1 comentario :
Estos también son inocentes:
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/04/28/suvivienda/1304005330.html
Pobres, ellos tampoco se habían dado cuenta de que los estaban utilizando como punta de lanza del liberalismo, ellos no son culpables, aunque hayn obtenido beneficio (¡sacrilegio!, he dicho "beneficio").
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