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5 oct 2010

Duō Xiè

Este año nos ha costado mucho más de lo normal coger el ritmo a la vuelta al cole.

Regresamos de la inmensa República Popular China a principios del mes de septiembre. Un mes estuvimos rondando por suelo chino, y un mes hemos tardado en lograr sacar fuerzas para sentarnos a escribir. Aunque como pasa siempre, no hay palabras para explicar lo que vivimos allí.


China es un mundo dentro del mundo.


El temido Dragón del Norte nos ha cautivado mucho más de lo que esperábamos. Imaginábamos que el viaje iba a gustarnos, porque al fin y al cabo cualquier viaje es una aventura irrepetible. Pero sinceramente no esperábamos disfrutar tanto ni tampoco que todo, una vez más, saliera tan tan bien. Nos ha gustado tanto, que probablemente en unos pocos meses regresemos a caminar de nuevo por el Espinazo del Dragón. Todo se andará.


El recorrido final que hemos realizado ha seguido más o menos las pautas de lo que teníamos pensado y que os contamos en la entrada anterior, aunque a partir del ecuador del viaje tuvo que sufrir ligeras variaciones para adaptarse a las circunstancias y a los anhelos que fueron surgiendo. Como siempre, la idea previa que llevamos desde aquí sirvió como base para transformarla durante el transcurso del viaje en función de las casualidades, el azar y las situaciones inesperadas.

Llegamos desorientados y agotados por el terrible calor y la humedad a la ciudad de los Replicantes. Hong Kong se alzó ante nosotros como un Manhattan en decadencia, repleto de lujos, excentricidades, luces de neón y edificios que parecían sacados de un comic. Llegamos al corazón asiático del dinero y los negocios bursátiles. Llegamos a la tierra surgida de las Guerras del Opio. Llegamos a la tierra de los hoteles de lujo, coches de lujo, tiendas de lujo, restaurantes de lujo, etc... Pero también a la tierra de los hoteles de mierda, coches destartalados, tiendas de fakes y de electrónica, restaurantes en la calle donde degustar unos noodles rodeados de ratas, etc... El lujo y la decadencia juntos en una sola urbe.


Pero había un problema. Esto no era China. Y nosotros viajábamos con hambre de China. Así que pusimos rumbo a la ciudad que compite directa y abiertamente con Hong Kong en el liderazgo mundial de la República Popular China ante el resto de la humanidad. La ciudad con la que China quiere demostrar que ellos también tienen potencial suficiente como para dar a luz un nuevo Hong Kong, creado desde cero por chinos y desarrollado por chinos. China contra el Mundo. Llegamos a Shanghai. La ciudad de la noche. La ciudad de los excesos. La ciudad de los mil y un lugares por descubrir. La ciudad en la que no te sientes un turista sino que formas parte de ella sin quererlo. La ciudad de las luces y del movimiento perpetuo. Pero de Shanghai no vamos a decir mucho más. Ya hablaremos en otras entradas posteriores de esta curiosa ciudad. Ya hablaremos de ella en un futuro que cada vez está más próximo.

Tras casi cinco días en Shanghai continuamos nuestro camino hacia uno de los lugares más esperados de este viaje a través de las tierras rojas del norte: Beijing. Ocho días estuvimos recorriendo sus rincones y pedaleando con nuestras bicicletas por sus calles y sus pintorescos hutongs. De norte a sur y de este a oeste a través de sus avenidas orientadas milimétricamente hacia estos cuatro puntos cardinales. Beijing se convirtió en parte de nosotros y llegó un momento en que nosotros ya respirábamos de manera acompasada con el pulso de la ciudad. 


De Beijing llegamos a Pingyao, tras más de 10 horas de tren. Una preciosa ciudad amurallada fundada en el siglo XIV que conserva casi intacta toda su arquitectura y su tejido urbano, originales de las Dinastías Ming y Qing. Al visitar sus viviendas tradicionales chinas, uno sentía que podía encontrarse con Songli, la Cuarta Dama de La Linterna Roja. De Pingyao llegamos a Xi´an, tras otras 8 o 9 horas de tren. Esta puede ser, sin duda alguna, una de las ciudades más horribles que hemos visitado en nuestra vida. La muralla, los guerreros de terracota y el ambiente nocturno, bien merecen la pena, pero la ciudad en sí misma es para demolerla y empezar de cero. Desde Xi´an, tuvimos que modificar ligeramente nuestros planes iniciales debido a las inundaciones que sufría una gran parte de la zona central del país. Como la información sobre estos temas dentro de China es escasa y además no queríamos arriesgar acercándonos a zonas que podían estar sufriendo en ese momento las terribles lluvias monzónicas, decidimos volar al parque natural de Zhangjiajie, donde estuvimos durante dos días de ruta por un lugar que parecía sacado de las tierras de Pandora. En principio no teníamos previsto pasar por aquí pero fue todo un acierto. Naturaleza en estado puro, un lugar único en el mundo y cero turismo occidental. Era una especie de Hong Kong creado por la Madre Naturaleza, con rascacielos de casi un kilómetro de altura hechos de piedra y vegetación salvaje. Magnífico.


Desde aquí continuamos bajando hacia el sur como buenamente pudimos hasta alcanzar la ciudad del Fenix: Fenghuang. Tras ella, llegamos por fin a los arrozales de Longshen y el Espinazo del Dragón, donde dormimos en una casa de madera en lo alto de una montaña. Fue una experiencia increíble, con tormenta eléctrica y amanecer entre nieblas y arrozales incluidos. Vimos con nuestros propios ojos la ingeniería agrícola de alta precisión que fue creando estos paisajes artificiales muchos siglos atrás. Desde aquí, continuamos nuestro progresivo descenso hacia el sur de China para llegar a Guilin y al lugar donde íbamos a pasar las 4 últimas noches dentro de territorio chino: Yanghzuo. Cuatro días recorriendo en bicicleta un paisaje que nos evocaba continuamente a Halong Bay en Vietnam... atravesando pueblos... calándonos hasta los huesos cuando le daba por monzonear sin piedad... bañándonos en los ríos que rasgaban el paisaje bajo las infinitas montañas que surgían de la nada... atravesando arrozales verdes que se perdían entre los caminos... perdiéndonos por los millones de senderos y volviendo a reencontrar el camino correcto (como en la vida misma, vamos.. pero sin GPS)... comiendo con las minorías étnicas que siempre te enseñan cómo sonreír... y disfrutando cada momento con muchas de las personas que nos hemos ido encontrando durante el viaje... que han sido muchas... y buenas...


Desde Yangzhuo viajamos en autobús-litera toda una noche hasta cruzar la pseudo-frontera de Shenzhen para regresar a nuestro punto de partida: Hong Kong. Ahora sí que vimos esta ciudad con otros ojos y supimos descubrir nuevos rincones y nuevas sorpresas. Aquí finalizó nuestra aventura china.


Pero, como hemos dicho antes, en este viaje (como ocurre con todos los viajes) no sólo ha habido lugares irrepetibles y experiencias únicas, sino también personas. Hemos conocido a gente estupenda y hemos disfrutado muchísimo con ellos.


Chris, el viajero de Malta al que nos fuimos encontrando durante todo el viaje en diferentes ciudades y con el que pasamos unos momentos increíbles. Fue algo surrealista porque, sin quedar de antemano, siempre acabábamos encontrándonos en ciudades inmensas, y nos acabamos haciendo tan amigos que para despedirnos nos fuimos a cenar juntos celebrando por todo lo alto y brindando por la bendita casualidad. Un gran tío, la verdad. Esperamos hacerle una vistita relámpago a Malta en cuanto podamos.

Pilar y Carlos, los gallegos con los que pasamos casi tres días realizando la misma ruta de descenso hacia el sur del país. Encantadores, sin más. Una pareja que se había recorrido medio mundo y con los que pasamos unos ratos memorables. Entrañables y geniales los dos. Buenísimas personas.


La pareja de chinos de nombres irrepetibles, que nos guiaron por los confusos arrozales y nos llevaron a dormir a la casa rural a la que ellos iban en lo alto de una montaña de Longshen, y con los que al dia siguiente vimos el amanecer.


Leo, el chino que estuvo mas de 3 horas con nosotros en Fenghuang, ayudándonos a organizar la compleja bajada en tren y bus hacia el sur por una ruta nada turística. Nos asesoró y actuó como traductor de todo ese sinfín de caracteres chinescos que aparecían en las páginas de internet. Sin su ayuda y su simpatía, jamás nos hubiera salido tan bien este descenso.


Las dos chicas que nos ayudaron a comprar el billete de bus en Sanjiang y nos dieron incluso comida para el viaje., sin ni siquiera dejarnos pagar el taxi que compartimos hasta la estación. Guardamos como recuerdo una foto borrosa que nos hizo una chica china que pasaba por allí, y que jamás había cogido en sus manos una cámara de fotos.


Natalia, Esther, Diego y Nacho. Los chicos de Zaragoza con los que salimos a tomar aproximadamente un millón de cervezas por Yangshuo. No olvidaremos jamás la resaca del día siguiente que nos hizo maldecir mientras pedaleábamos por aquellas tierras. Casualidades de la vida, ellos volvían a España en nuestro mismo avión y nos despedimos con un fuerte abrazo en Helsinki, mientras intercambiamos mails y teléfonos.


Pedro, Juncal y su hija Pau. Los madrileños con los que compartimos litera en un bus nocturno y con los que pasamos un maravilloso día por Hong Kong en los últimos días de nuestro viaje y en el ecuador del suyo. Gracias a la casualidad, de nuevo, el destino quiso que cuando no teníamos dinero para pagar la última cena y un cajero de Kowloon se había tragado mi Visa, aparecieran de la nada como por arte de magia para sacarnos de ese pequeño apuro. Nosotros y el Spice Crab, siempre les estaremos agradecidos.


Sade Huang y Dominik May. El chico alemán y su novia china que regentaban el Sweet Dreams Hostel en Yangzhuo. La amistad que entablamos con ellos es algo que jamás se nos olvidará. Los ratos que pasamos con una Tsingtao en la recepción del hotel hablando de temas variados... La cena que compartimos la última noche en aquel lugar tan especial... Su amabilidad... Su buen rollo... Su cortesía... Sus consejos... Sus recomendaciones acerca de restaurantes no turísticos y masajes... Su bondad... Gracias de verdad...


Y por último los cientos y cientos de personas que se pusieron a hablar con nosotros esporádicamente en cada ciudad... a sacarse fotos... a darnos la mano... a ayudarnos de forma desinteresada... a tomar algo brindando al son de "Wellcome to China"... a pasar el tiempo con nosotros... a perder el tiempo con nosotros... a curiosear y a curiosearnos... y a charlar un rato con un inglés incompresible...... y que han hecho que durante el viaje siempre tuviéramos una sonrisa en la cara...


Resumiendo... que un viaje más para recordar y para conocerse un poco más a uno mismo y a la maravillosa gente que hay en este mundo...


Dos frases leímos en una pared de Beijing. Estaban escritas con tiza:


Una decía "Life is backpacking". Creo que en breve vamos a hacer de esa máxima nuestro ideal de vida. La otra decía "Don´t cry ´cause its over... Smile ´cause it happened".


Asia es un lugar del que no se puede huir... te atrapa... te engancha... te llama... te atrae... y estamos encantados de haber regresado de nuevo a las tierras de los dragones... donde cada día es una pequeña aventura que siempre acaba saliendo bien....


Queremos conocer todas las ciudades y todos los pueblos del mundo.


Xièxie, China. Nos veremos en breve.

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