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13 mar 2010

Optimización de sistemas y recursos

Hace unos meses un amigo nuestro nos envió por mail una relación de gastos e ingresos de un arquitecto autónomo teniendo en cuenta una hipótesis de vida de una persona con un nivel de vida normal, como casi cualquiera de nosotros. Se centraba concretamente en los ingresos medios de un trabajador falso-autónomo e iba descontando una serie de gastos fijos que prácticamente todos tenemos. También analizaba los honorarios tipo que cobraría un profesional con su propia oficina por la redacción de un proyecto de vivienda unifamiliar y establecía un flujo hipotético de trabajo basado en la situación actual del mercado, con lo que podía establecer una comparativa real entre los ingresos y los gastos anuales de un arquitecto que trabajase por cuenta propia con su estudio.

Los resultados fueron realmente apabullantes. En ninguno de los dos casos había manera de sobrevivir. No había forma de poder llegar a fin de mes, pero ni de lejos. Era completamente descorazonador.


Las conclusiones directas que se extraen sin dedicar demasiado tiempo de reflexión, son las siguientes:

+ Cobramos muy poco para el trabajo que desarrollamos y las implicaciones a futuro (tanto legales como profesionales) que se derivan de nuestra actividad.


+ Los proyectos de pequeña escala no resultan rentables, a no ser que se disponga de una gran infraestructura que permita desarrollarlos paralelamente a otras obras que sí proporcionen beneficios reales.


+ El tándem 'seguro y visado' suponen un 30% de los costes de producción. Aunque no podamos hacer nada contra esto debido a que así está estipulado por los diferentes organismos y aseguradoras, esto sólo puede calificarse como una broma de mal gusto.


+ Para proyectos de viviendas individuales unifamiliares, deberíamos reinventar y reutilizar sistemas de trabajo que impliquen una reducción de tiempos de trabajo y de costes de producción. La prefabricación podría ser una pequeña solución, a pesar de que siga siendo una herramienta insuficiente para que resulte rentable implicarse en un proyecto de estas características.


+ Desde hace 10 o 15 años hacia aquí, los costes y los tiempos de producción han aumentado de manera exponencial. Los equipos informáticos, la necesidad de pensar y dibujar hasta el último detalle, el hecho de tener que inventar la rueda en cada proyecto, los seguros, las responsabilidades, los juicios y las demandas por cada grieta superficial que aparece en una obra acabada, los absurdos y desproporcionados costes de visado, los constantes cambios en proyecto y en obra derivados de una mala gestión de la oficina de arquitectos o de un mala atención de las exigencias de los clientes, los beneficios de las empresas constructoras y su baja o nula profesionalidad debido en parte a los perversos sistemas de subcontratación, así como los problemas burocráticos derivados de visados, licencias y demás burocracia, han conseguido encarecer muchísimo el proceso. 


Al mismo tiempo, los honorarios por proyecto han disminuido. 

No hay que ser ningún analista empresarial para deducir que una empresa que tiene cada vez más gastos directos o indirectos para producir un producto u ofrecer un servicio, y que cada vez cobra menos por su elaboración está destinada irreversiblemente a la quiebra. Blanco y en botella, vamos. Somos negocios destinados a la desaparición, desde el momento de su creación.

+ Los tiempos de producción son excesivos. Soy consciente de que la reducción de tiempos es muy complicada ya que en muchos factores no depende directamente de la oficina de arquitectura, pero no es sostenible que una empresa saque adelante un proyecto de ejecución de una vivienda unifamiliar en los plazos que actualmente se manejan. 


Ahora que está tan de moda la sostenibilidad, habría que tener en cuenta que esa palabra no significa poner dos paneles solares y pintar de verde los planos del proyecto, sino que va mucho más allá. ¿Cómo puede vendernos arquitectura sostenible una empresa que ni siquiera es capaz de optimizar sus recursos productivos?

+ Deberíamos reorganizar nuestros sistemas de trabajo y nuestros modelos de negocio para lograr mayor efectividad y optimizar resultados. Igualmente es vital revisar los honorarios que se cobran por ciertos proyectos y ajustarlos a unos niveles reales.


La arquitectura es un negocio y debe ser mínimamente rentable. Si no, desaparecerá. PLa arquitectura no consiste únicamente en elegir un par de materiales chulos y seleccionar los acabados interiores de los edificios. Queramos o no, la arquitectura que realicemos dependerá, en una proporcion bastante elevada, del modelo de negocio y el sistema de trabajo hacia el que hayamos derivado. 


Lo que ocurre es que ahora mismo, la calidad de los productos arquitectónicos resultante con el actual sistema es muy baja o nula, en general. Repensar cómo funcionamos y en qué fallamos, no tiene por qué llevar implícitio una menor calidad arquitectónica, sino todo lo contrario. Aquellos que hagan mierdas, seguirán haciendo mierdas. Mientras que aquellos que aman lo que hacen y trabajan con honestidad y criterio, seguirán obteniendo unos resultados más que buenos. Esas cosas no cambian, sino que van con las personas y con los profesionales. Creemos, por contra, que por mucho amor que uno ponga en algo, si ese algo resulta insostenible, acabará por esfumarse como el humo.


Confiamos en nuestros amigos y en nosotros mismos. 
Consideramos que son buenos arquitectos, interesantímos cocos, magníficos profesionales y mejores personas. Por eso no tememos por la calidad de las arquitecturas que desarrollen ni por la profesionalidad de sus trabajos. Nos preocupa mucho que las oficinas de arquitectura estén mal concebidas desde la base. Nada puede salir adelante con las condiciones actuales de nuestros pequeños negocios. Y eso es una pena porque si seguimos con el actual modelo de negocio, iremos irremediablemente hacia la producción de peores arquitecturas. 


Como me dijo un amigo una vez: "No puede ser que el pintor que va a dar dos manos de pintura al interior del edificio, acabe cobrando un neto mayor que el propio arquitecto. Esto no significa que ser arquitecto sea mejor que ser pintor y se merezca ganar más. No van por ahí los tiros. Si eso ocurre es que el sistema falla, porque el trabajo y las responsabilidades de uno y otro agente no son ni siquiera comparables... así que eso no puede suceder."


Y quien dice el pintor, dice el fontanero que va a realizar la red de fontanería, calefacción y saneamiento o el electricista que va a poner en marcha la instalación eléctica. Si os paráis a pensar, en una vivienda unifamiliar, hoy en día estos agentes ganan casi más que el equipo de arquitectos.


¿Qué es lo que falla?


Pensemos e inventemos nuevos modelos de negocio, porque si no lo llevamos crudo.

6 comentarios :

dionirosa dijo...

Enhorabuena por el post.
Deciros que nuestro estudio también lleva tiempo entendiendo que un estudio de arquitectura es una empresa, y como tal tiene que ser sostenible y rentable. Sostenible es que debe autoalimentarse, y rentable es que te tiene que ser satisfactoria (de forma económica, comercial, arquitectónica…. O vital).
Para ello y no sin ayuda, estamos aprendiendo que existen indicadores objetivos que te marcan el estado de tu empresa, el grado de rentabilidad, control de tiempos y costes, consecución de objetivos, estratégias para conseguirlos, etc…
Como bien decías, esto no debe estar reñido con la calidad, si no que al contrario, este debe ser objetivo prioritario.
Pienso que la concepción clásica del estudio de estructura piramidal de Gran Cabeza Pensante Todopoderosa ordena el trabajo de sus Súbditos aspirantes murió hace tiempo. Los estudios deben ser otra cosa mucho más descentralizada, dinámica, amoldable y flexible y con múltiples entradas.
Pienso que el reto esta en conseguir ese tipo de empresa sostenible y rentable sin perder los valores que a menudo las empresas pierden en pos de la rentabilidad. Poder vivir de la profesión que amas, y que no te cueste el amor.

Miguel Villegas dijo...

En este tema no estamos del todo de acuerdo. Pero quizás la clave está en una frase de DioniRosa. Un proyecto puede ser rentable personal o profesionalmente. Ha sido nuestro caso en la gran mayoría de los proyectos.

A ver si tenemos un rato y podemos contestar a este estupendo artículo con nuestro enfoque...

Por cierto, el Open ID no chuta...

Anónimo dijo...

[Prueba de Open ID]

Anónimo dijo...

@DioniRosa: [Os hemos contestado por mail]

@MiguelVillegas: [Hemos hecho prueba con Open ID y nos funciona. Intenta poner la URL precedida de http:// porque a nosotros si no poníamos eso nos daba un error rarísimo. Respecto a la rentabilidad, estoy de acuerdo en que el plano personal es importante. Mirar al plano profesional hablando de negocios sostenibles y rentables, no implica dejar de lado el plano de satisfacciones personales. Aquí nos centrábamos en el tema de la optimización y productividad, que creo que actualmente es NEFASTA en el mundo de los estudios. Somos de la opinión que mejorar la producción no tiene por qué derivar en disminuir la calidad. Sino todo lo contrario. Hablamos, Miguel]

Santiago de Molina dijo...

Me gusta mucho el enfoque. Coincido plenamente con esa inquietud que obliga a pensar que es necesario inventar otras naneras de ejercer la profesión.
Me parece que el valor efectivo, práctico y del que la sociedad puede obtener rentabilidad y por el que seguirá siendo necesario, seguirá siendo el de sus ojos.
Saludos y enhorabuena por el blog es estupendo.

mmas.arquitectura@gmail.com dijo...

Como siempre, en primer lugar conviene hacer autocrítica: ¿Por qué es tan poco rentable ser arquitecto? Porque no se nos valora como profesionales. ¿Quién no nos valora como profesionales? Pues me temo que fundamentalmente nosotros mismos, que somos los que fijamos nuestros honorarios.

Si nosotros mismos fijamos unos honorarios casi ridículos (he ‘padecido’ compañeros que me han hecho la competencia con honorarios de 3.000 € por proyecto y dirección de obra de una vivienda unifamiliar), el mensaje que estamos mandando a nuestros clientes es “Mi proyecto no sirve para nada, sólo es algo necesario para que te den la licencia en el Ayuntamiento”. Somos nosotros mismos los que nos estamos infravalorando, los que estamos dejando nuestro trabajo por los suelos, somos los primeros en no valorarlo. Y luego no podremos quejarnos cuando la sociedad diga eso tan manido de “el arquitecto no sirve para nada, sólo es necesaria su firma”, o eso otro (lo he escuchado) de “el arquitecto no hizo nada, yo le dije cómo quería la casa y él sólo hizo los cálculos” (aunque fuera cierto que el arquitecto resultó ser un perezoso que no se molestó en ‘pensar la vivienda’, ¿¿¿acaso no es una ganga 3.000 € por calcular la estructura y las instalaciones, y hacerse cargo de las consecuencias legales que se puedan derivar de ello??? Por ese precio, que me pongan dos para regalo…).

Los primeros que debemos valorar nuestro trabajo somos nosotros mismos. No podemos pretender que nuestros clientes valoren nuestro trabajo si nosotros no lo hacemos. Y quizá, en ese proceso, convendría dejar en evidencia a los compañeros que antes que ‘pensar la arquitectura’, prefieren hacer proyectos rápidos y de ínfima calidad con los que pagar la cuota del Audi. Ese tipo de proyectos, ese tipo de arquitectos que “sólo firman” y no piensan, nos perjudican a todos.

Debemos ser conscientes de todo esto, y debemos ser conscientes lo antes posible, porque cada vez queda menos para que a los ingenieros les esté permitido firmar proyectos de arquitectura, y cuando eso suceda sus honorarios serán aún menores que los nuestros (la espacialidad de sus proyectos también será muy inferior, pero a esas alturas ya no le importará a nadie, habremos acostumbrado a la sociedad a “arquitecturas pobrísimas”), y entonces el arquitecto habrá muerto.

A todos los que nos emociona la Arquitectura, todos los que tenemos en cuenta la rentabilidad emocional a la hora de hacer un proyecto, deberíamos reaccionar YA…!!!

(Enhorabuena por el blog, vale muchísimo. Lo voy a seguir…)

http://mmas-arquitectura.blogspot.com/