Un hombre sabio
nos dijo una vez que en arquitectura o en construcción no debería jamás haber
nada que se pudiera calificar como falso. Tenía razón. Lo falso quiere decir
engañoso, fingido, simulado, falto de ley, de realidad o de veracidad.
Lo falso es lo contrario a la verdad.
Llamar falso a
un elemento que forma parte de un proceso constructivo es algo que me cuesta
asimilar. Y tampoco me entra en la cabeza cómo es posible que nosotros, los
arquitectos, los que llamamos 'huecos' a lo que el resto de los mortales llaman
ventanas, 'paramentos verticales' a los tabiques, y 'piel o membrana' a la
fachada, sigamos llamando 'falsos techos' a los falsos techos o cielorrasos
(que también se las trae esta palabreja) a pesar de ser una pésima calificación
para este elemento tan útil y tan necesario.