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13 abr 2009

Sólo soy un carpintero que dice la verdad

Truog House by Peter Zumthor / Versam, Switzerland / 1994

El Premio Pritzker del año 2009 es para Peter Zumthor.

Un buen arquitecto. Un arquitecto descendiente de una familia de carpinteros. Con una obra bastante reducida, relativamente poco mediática y de una calidad sublime. Con una manera casi artesanal de desarrollar sus ideas y sus trabajos. Con gran seriedad en la elaboración del detalle y con un profundo respeto a cada material y a la importancia del espacio. Y todo ello seriamente avalado por un discurso y una metodología de pensamiento realmente sincera y honesta.


"Mi meta es hacer edificios bonitos que duren". 

Una preciosa declaración de intenciones y una de las mejores definiciones de arquitectura que he escuchado jamás. 

Un arquitecto que, según sus palabras, se considera un carpintero que dice la verdad y que construye desde la experiencia del mundo.

“Crecí en un ambiente dedicado a la fabricación de cosas, no a su venta o su consumo.”

En un viaje que hicimos en autocaravana en el año 2003 por el este de Francia, Austria y Suiza, tuvimos la ocasión de visitar varias obras de Peter Zumthor entre las que destacaron la cubrición de unas ruinas romanas en Chur-Welschdörfli (1996), las famosas Termas De Vals (1996), y el Museo de arte de Bregenz (1997). En aquel viaje también visitamos otras obras emblemáticas de Le Corubusier como el Convento Sainte Marie de la Tourette (1957-1960) o la Iglesia de Ronchamp (1950-1954), así como una gra parte de la obra construida de unos jovencísimos Herzog y de Meuron, pero fue en las termas de Zumthor donde nos ocurrió algo que no olvidaremos jamás. Fue un detalle insignificante que con el tiempo nos ha parecido algo importante.


En aquella pequeña aventura viajábamos diez estudiantes de arquitectura y dedicamos un día entero a relajarnos y disfrutar de las Termas de Vals. No como arquitectos sino simplemente como público. 


Estuvimos más de siete horas utilizando aquel edificio y ninguno de nosotros sacó ni una sóla fotografía. El único recuerdo gráfico que conservamos fue un folleto que te daban a la entrada que servía como guía para localizar las diferentes piscinas, saunas, baños turcos y termas. Nada más. Aquel día, de manera inconsciente, dejamos a un lado la visión de arquitectos por unas horas para disfrutar de cada rincón de aquel edificio. Y en eso Zumthor tuvo mucho que ver. Esa naturalidad y esa honestidad implícita en sus obras es la que nos hace alegrarnos de que por fin un premio tenga un justo destinatario.

“Las cosas reales son las que de verdad importan, las que nos incumben a todos, tanto a ti como a mi madre: el espacio y los materiales, la luz y la calidad del sonido, el tacto y las sensaciones. Lo demás, las teorías, las historias virtuales que gustan tanto a los jóvenes, sirven para distraer, pero no son arquitectura.”


Nos alegramos profundamente de que se premie a un arquitecto así. Nos gusta que triunfe la arquitectura frente al mercado y que la sensibilidad y la honestidad le ganen el pulso a la falsa cosmética y a los fuegos de artificio.

Gracias por tus lugares y por tus contextos.

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