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26 sept 2008

Copy-Paste

++ Receta 1

El método más extendido es tomar prestadas ideas, formas o conceptos de cuatro o cinco proyectos ajenos, y mezclarlas o batirlas bien para disimular sus fuentes originales.

Aconsejamos si puede ser hacer esto silbando y mirando al cielo disimuladamente con las manos metidas en los bolsillos. Después, los respectivos robos se camuflan poco a poco en una base de diseño gráfico más o menos personal e identificativa que acabe confundiéndolo todo lo suficiente. Conviene dejar a fuego lento esta confusión durante unos 45 minutos hasta que ni los propios autores sepan distinguir la planta o la sección. Es aconsejable también, tener a cinco o seis esclavos que lo dibujen todo esto en plan moderno lleno de símbolos y colores que queden chulos en las publicaciones. 

También es básico crear un discurso paralelo ininteligible donde se hable de todo menos de arquitectura. Hay que confundir al personal lo suficiente como para que lleguen a creer que somos inalcanzablemente complejos e inteligentes, y por ende, buenos arquitectos.

++ Receta 2

Hay otros, los realmente buenos chefs del espacio (que los hay y muchos y gracias a ellos seguimos respirando), que evitan este discuso farragoso y pasado de vueltas, y simplifican todos los actos de ornamento y sobrecocción centrándose únicamente en que el resultado final sea "un buen manjar". Lo que hacen es simplemente es pensar y proponer un proyecto de arquitectura con el objetivo de hacer las cosas lo mejor posible, apoyándose lógicamente en las preexistencias que para eso están ahí. Todo esto se prepara sin fuegos artificiales y sin superegos autocomplacientes. Con honestidad y con humildad. Con pensamientos e ideas reales que responden al mundo de los vivos, no a una comunidad elitista donde se fije a los usuarios nuevas normas de conducta con el pretexto de que vivimos en una contemporaneidad imaginada. Estos son, al fin y al cabo, los que pueden llamarse arquitectos sin tener que ruborizarse después. Su cocina es un poco más casera pero supera con creces cualquier planteamiento alternativo precisamente por su ingrediente real y su nulo afán de protagonismo.

Pero al fin y al cabo hay una realidad que transciende a todas estas recetas, estilos, grupos y sistemas de trabajo. Incluso traspasa la barrera de las profesiones inundándolo todo. Un mecanismo que es inherente a nuestra época y que lo hacemos todos aún de manera inconsciente.

Estamos hablando de la copia. Perdón. Es más correcto llamarlo la fuente de inspiración.

Esto no es algo nuevo ni es algo de lo que avergonzarse. Se ha hecho toda la vida y estamos convencidos que hasta aquellos que en su época crearon estilos, marcaron tendencias y abrieron nuevos caminos en cualquier ámbito, se apoyaron en otros para ir poco a poco definiendo quiénes eran ellos mismos y qué parte de su trabajo les hacía verdaderamente especiales. Pero hoy, tanto la copia como la autocopia parecen palabras escritas en el libro "Lo que un buen arquitecto no debe decir jamás", que se ha convertido en la Biblia de muchos estudios en estos tiempos.

Repitan comigo sin miedo: Yo copio, tú copias, él copia, nosotros copiamos, vosotros copiais, ellos copian. ¿A que no ha sido tan dificil? Es simplemente cuestion de honestidad. Siempre ha habido gente mejor que uno mismo, ideas más inteligentes que las propias y soluciones más prácticas que las que adopta cada cual. Hay maneras de copiar, por supuesto. Y el que copia con inteligencia es alguien muy inteligente. Y no hablamos de "copiar por copiar" siempre y de forma indiscriminada, sin plantearse nada más que el propio acto del robo. 

Eso es simplemente absurdo. Además de bastante aburrido.

Todo esto viene a cuento porque hace unos días descubrimos con asombro la última entrada de un blog llamado Movimiento Disfrutista creado por David Archilla y Covadonga Martínez Peñalver en el que realizan una especie de "confesión arquitectónica" muy interesante. Admiten algo, que hasta ahora parecía motivo de herejía. Hace tiempo que creemos que hay que quitarse de encima muchos prejuicios a la hora de proponer y proyectar, y asumir que es lo que hace todo el mundo con mayor o menor acierto. Como vivimos en la época de la copia, de la piratería, del reciclaje, de la sostenibilidad, del ahorro energético y de la necesidad de resultados (éxitos o fracasos) inmediatos, qué mejor manera que con el sistema disfrutista del COPY-PASTE

Que quede claro que lo que nos parece genial no es el sistema en sí mismo, sino el hecho de que se reconozca públicamente sin prejuicios ni maquillajes. Sin avergonzarse. Además no es sólo un caso teórico sino que lo aplican sabiamente en un concurso de aquitectura. Esto nos hace confiar un poco más en la arquitectura y en los arquitectos. En nuestra opinión la copia no supone ni un estancamiento arquitectónico ni tampoco un parón en la evolución de nuestras "sabias y privilegiadas mentes". Al contrario. Creemos que, independientemente del sistema que se utilice (más o menos complejo, más o menos rebuscado), éste no dejará de ser una mera herramienta más al servicio de cada uno, y como en todos los órdenes de la vida, siempre habrá gente dispuesta evolucionar y otros que no. Así que puestos a seguir el ritmo de velocidades y tiempos que nos marca nuestra era, nos parece una de las respuestas más inteligentes.

Mientras "otros" concursantes (no todos) se hacen pajas mentales que les llevan a soluciones muy vistosas pero con dudoso contenido real y cero eficiencia, David y Covadonga responden con una propuesta de arquitectura sencilla, directa y muy estudiada. Y además nos la explican con unos textos que da gusto leer, en los que cuentan el proyecto hablando de la planta, de la sección constructiva, del espacio, del por qué real de las decisiones adoptadas, en vez de contarnos cómo se inducen los protoespacios equivalentes de la antimateria de las células receptoras de rayos gamma, para generar no un edificio, sino un acto de iluminación divina que mejorará el mundo y nos hará a todos mejores personas.

En definitiva, que en nuestra opinión están transmitiendo arquitectura, tanto con los planos como con los textos que los complementan. Y eso, hoy en día, es importante dada la escasez de realidades creíbles.

Un aplauso sincero para esta propuesta ya que después de mucha arquitectura camuflada como comida creativa de lujo solo al alcance de unos pocos, hemos tenido interés por detenernos a mirarla y a comprenderla. Nuestro sincero apoyo a la claridad de los conceptos y a la sinceridad en los planteamientos.

1 comentario :

Unknown dijo...

Ya no hay manera de disimular que el copy-paste es parte de la vida del arquitecto. En Argentina se practica constantemente esa labor y lo peor es que el modelo a copiar siempre es extranjero y cuesta bastante bajarlo a nuestra realidad. No hay make up, ni planteo funcional futurista que alcance. Saludos. María Damiano (por cierto... arquitecta y argentina)