Una conversación ajena. Una conversación robada.
Dos chicas van sentadas en el autobús, justo detrás de mí. Charlan entre ellas despreocupadamente. Tienen pinta de trabajar juntas pero no parecen conocerse desde hace demasiado tiempo. Hablan de cosas triviales. Charlan de temas comunes.
Llenan con palabras ese rato diario que tienen que pasar juntas en el autobús, pero podrían estar perfectamente en silencio. Hablan del tiempo, de lo mal que pillan las vacaciones de Navidad este año, de los diferentes medios de transporte que les llevan de casa al trabajo, del precio de los alquileres o del tráfico. Guardan prudentemente las distancias. Mantienen sus posiciones. Relativizan.
Supongo que trabajan en alguna oficina del centro. Ninguna es de Madrid. Una de ellas es un poco más sofisticada en su manera de vestir y seguramente lleva más tiempo trabajando en esa oficina. Lleva el timón de la conversación, realiza comentarios algo más personales y lo más importante, emite opiniones. La otra, que parece querer imitar la vestimenta de su veterana, simplemente mantiene el tono y no se moja demasiado.
Las bautizaremos como Desconocida Uno (D1) y Desconocida Dos (D2).
(Miro por la ventana, la gente ya empieza a entrar a Bershka, Blanco, Zara y demás emporios. Acaban de abrir sus puertas y ya hay quien espera su momento de ocio-consumo. Soy consciente en ese instante de que llevo más de 11 años en Madrid)
D2: Ya tía, yo algo menos pero no aguanto más. A mí esta ciudad se me hace eterna. No la soporto.
D1: ¿No te gusta? ¿Por qué? Chica, no sé si Madrid es la mejor ciudad del mundo pero tiene muchas cosas buenas.
(El autobús se arrodilla frente a la diosa Cibeles, como muestra de respeto. Los leones están mojados como siempre y cientos de coches giran a su alrededor sin descanso. Miro a un lado, Recoletos, miro hacia el otro, Paseo del Prado. Me bajo en la siguiente parada)
D2: Pues a mí me resulta insoportable. Agobiante. De hecho, es raro el fin de semana que lo paso en Madrid. Bueno, concretamente el finde que viene sí me quedo porque tengo un compromiso, pero casi todos los fines de semana me voy a Valladolid. Aquí no aguanto ni uno. En cuanto llega llega el finde o tengo algún día de fiesta, me voy a casa.
D1: Pues ahora lo entiendo todo. Lo que ocurre es que tú estás trabajando en Madrid pero en realidad nunca has vivido en Madrid. Si huyes todos los fines de semana es muy complicado que le cojas el gusto a la ciudad de la que escapas.
(No puedo estar más de acuerdo. Me hubiera gustado robar unas cuantas palabras más pero tuve que bajarme. Era mi parada)
Madrid. Una ciudad para vivirla. Una ciudad para bebértela a sorbitos. Una ciudad para tomarla el pulso.
Madrid, ciudad canalla.
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