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22 nov 2007

Archimarketing

La optimización de recursos en las oficinas de arquitectura es un tema muy importante y lo será todavía más en unos cuantos años, cuando las consecuencias del Proceso de Bolonia comiencen a modificar los actuales esquemas de trabajo de los arquitectos. 

No sabemos a ciencia cierta cómo afectarán estos cambios a la profesión. Lo que sí sabemos es que habrá cambios significativos.



Unas voces muy optimistas dicen que los cambios serán para bien. 

Que diversificará el proceso constructivo haciendo más fácil la incursión de profesionales jóvenes y especializados en sectores hasta ahora copados por arquitectos establecidos. Que obligará a la colaboración estrecha entre arquitectos e ingenieros, mejorando los resultados finales de las obras. Que aumentarán nuestros honorarios, igualándose a los de los ingenieros. Que los Colegios de Arquitectos pasarán a desempeñar una labor real de defensa de los intereses del arquitecto, y se dejarán de producir situaciones de falsos autónomos o de horas extras gratis. Que se repartirán las responsabilidades en cuestiones de estructuras e instalaciones, asumiendo los ingenieros parte de ellas, y no sólo limitándose a realizar un cálculo sin tener que responder por los resultados. Que, en definitiva, habrá más oportunidades para que los jóvenes arquitectos puedan acceder a trabajos, hasta ahora escasos y mal pagados.

Otras voces (quizá demasiado apocalípticas) auguran el fin de la Arquitectura. 

Que el aumento de competencias va a hacer imposible la incursión de los jóvenes arquitectos en el mercado. Que se va a favorecer a las grandes empresas de ingeniería en contraposición a los pequeños y medianos estudios de arquitectura. Que el arquitecto va a acabar encargándose únicamente del diseño, dejando en manos de los ingenieros todas las cuestiones técnicas del proceso constructivo. Que bajarán, por tanto, nuestros honorarios. Que la carrera va a ir devaluándose poco a poco. Que vamos a acabar siendo artistas, en vez de técnicos, en vez de coordinadores, en vez de directores de un conjunto de profesionales para garantizar la unidad de un proyecto arquitectónico, gestionando y llevando a buen puerto una idea y su materialización, con la complejidad que esto implica.

Nosotros, desde nuestra actual posición, desconocemos cuál será la evolución real de este real decreto, así como sus consecuencias. No sabemos en qué grado acabará modificando los actuales sistemas de trabajo. Es imposible preverlo. Pero no creemos que vaya a suponer la desaparición progresiva de la figura del arquitecto, ni tampoco que vaya a ser algo que mejorará de manera significativa nuestro papel en el mercado. Seguramente el tema de las competencias acabe siendo muy negativo, sobre todo para nosotros, los arquitectos jóvenes. Y por el contrario la distribución de responsabilidades será un punto a favor en la colaboración entre arquitectos e ingenieros.

Ni va a ser el fin ni va a ser el principio de una nueva era de esplendor.

Pero sí que habrá cambios. Cambios en las estructuras internas de las oficinas de arquitectura y cambios en la metodología de trabajo. Habrá que adaptarse al nuevo mercado, una vez que los resultados comiencen a verse. No podemos ni debemos quedarnos con los brazos cruzados quejándonos de todo lo que nos han robado. La pataleta no es la solución. Las cosas se han hecho tarde y mal, pero no estaba en nuestras manos. Los que nos representan han fallado en sus negociaciones y en sus reivindicaciones, pero nosotros vamos a saber adaptarnos a la nueva situación. 

Así ha sido siempre y así será en esta ocasión.

Un ejemplo es el caso de los músicos, que ante la escalada de las nuevas tecnologías de intercambio de archivos (P2P), programas de descarga directa (Torrent) o venta de música pirata en la calle (topManta), ha habido algunos que han decidido poner el grito en el cielo para tratar de frenar una situación imparable, mientras que ha habido otros que han decidido empezar a pensar. Esto ha derivado en que, hoy en día, muchos músicos siguen saliendo en la tele día tras día de la mano de la SGAE intentando que la gente entre en razón a toda costa, mientras que los que han sabido entender que el cambio de formato no tiene marcha atrás, nos han deleitado con auténticas genialidades para seguir formando parte del negocio de la música. 

Sabemos que no son comparables las situaciones, pero es un hecho que toda la vida ha habido gente perjudicada por decisiones gubernamentales o por cambios en conductas sociales y los listos han salido adelante mientras que los demás han desaparecido ahogados en sus propias lágrimas. En el anterior caso las más perjudicadas han sido las compañías discográficas y es por ello que se ha armado el revuelo que se ha armado, ya que es muy difícil iniciar una cruzada si sólo están en juego intereses individuales. Las cruzadas las comienzan los que tienen poder. Son los únicos que se hacen notar a escala global cuando está en juego su dinero. 

A nadie le importa lo que le pase a un arquitecto, a un músico o a un hombre. Quizá en este caso que a nosotros nos atañe directamente, los mayores perjudicados no acabemos siendo los arquitectos de manera individual, sino nuestras propias 'discográficas'. Habrá que verlo.

Y después de este conjunto de reflexiones nos gustaría retomar el problema original. Creemos sinceramente que una de las principales temas pendientes que tenemos los arquitectos se centra en el tema empresarial y en el nuevo marketing.

Funcionamiento de las oficinas de arquitectura. Aprovechamiento y optimización de los métodos de trabajo, energías y los recursos. Marketing de Productos Intangibles. Branding. Capacidad de creación de marca.

No sabemos si nos tendremos que adaptar a los nuevos tiempos con otros elementos. Lo que sí sabemos es que el mercado es complejo, y para disponer de nuestro hueco en él, además de ser unos auténticos profesionales en cada trabajo que saquemos adelante, vamos a tener que modificar nuestro concepto empresarial. Debemos empezar a funcionar como Marcas. 

Esto no es frivolizar la arquitectura. Es anticipación a futuras demandas.

Somos arquitectos. Ofertamos productos. Tenemos nombres. Tenemos estilos y maneras de trabajar que nos diferencian entre nosotros. Dichas diferencias hacen que un cliente elija a tal o a cual arquitecto. La diferencia es lo que particulariza. Lo que hace que algo sea preferible para alguien. De las necesidades del sistema capitalista se desprende la existencia de diferenciar productos de un mismo genero, con idénticas cualidades, de otros ya fabricados, que ingresan a competir en el mercado. Ahí nacen las Marcas.

Por lo tanto somos Marcas. Y debemos funcionar como tales.

Renovarse o morir. Tú eliges.

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