Tuvimos hace poco la ocasión de visitar en Río de
Janeiro una de sus criaturas más representativas: el Museo de Arte
Contemporáneo de Niteroi. Allí pudimos comprobar de primera mano la revelación instantánea y casi
insultante de su arquitectura.
La brutal facilidad de sus
edificios y su radical literalidad hace que tenerlos delante y recorrerlos se
convierta casi en un ejercicio de fe. Porque, como bien apunta Iñaki Ábalos en
el artículo que vamos a reproducir a continuación, no podemos sino calificar como acto de fe el hecho de que un
maestro como Niemeyer consiga levantar de la nada esos edificios hechos de
sueños y logre construir un gesto trazado en un papel como si fuera la esencia
pura de sus ideas.