Una vez, hace unos cuantos años, me crucé con Bebo Valdés por la calle. Fue en Madrid, concretamente en la calle San Bernardo, cerca de la Gran Vía. Nunca hago cosas así pero me acerqué a saludarle y charlamos durante unos minutos. Le comenté que le había visto tocar en varias ocasiones en los Veranos de la Villa del Conde Duque y le agradecí aquellos maravillosos momentos que nos brindó sobre el escenario.
Me estrechó la mano mientras me daba las gracias y sin dejar de sonreír me preguntó:
— ¿Tú eres músico?
— Lo fui una vez —le contesté—. Desde bien pequeño y durante muchos años, mi vida estuvo totalmente ligada a la música. Estudié solfeo, armonía, formas musicales, repentización, transposición y llegué incluso a aprobar sexto de piano. Pero tuve que dejar el Conservatorio al comenzar mi carrera universitaria porque no tenía tiempo para practicar todas las horas necesarias para poder continuar en el siguiente curso.
— Eso no importa, muchacho —dijo él haciendo gestos con las manos—. El que es músico una vez lo es para siempre. Ser músico no es como llevar puesto un abrigo que te lo quitas cuando no hace frío o te lo dejas en un sitio olvidado y lo nunca más lo vuelves a encontrar. Así que no digas "fui músico". No hables en pasado. Tú "eres" músico y lo serás durante toda la vida, o al menos hasta que la cabeza y las manos te sigan respondiendo.
Volvió a estrechar mi mano fuertemente mientras me miraba a los ojos y se despidió con aquella sonrisa que parecía estar dibujada en su rostro de manera perpetua.
— No lo olvides, muchacho. Lo sepas o no, siempre serás músico.
Él continuó su camino mientras tarareaba una melodía que yo jamás había escuchado antes. Yo me quedé inmóvil en ese mismo lugar, coloqué mis manos en la misma posición en las que caen sobre las teclas del piano justo en el momento antes de comenzar a tocar y permanecí allí durante un rato contemplándolas.
Bebo Valdés tenía razón. Esas eran las manos de un músico a pesar de que hubieran estado años sin bailar sobre aquellas majestuosas 36 teclas negras y 52 blancas que componen el teclado de un piano. Esas manos eran capaces de transformar una sucesión de símbolos, códigos y claves colocados sobre pentagramas en base a reglas casi matemáticas, en maravillosas melodías musicales. Esas manos tenían la habilidad y la capacidad de crear algo bello.
Y en ese preciso momento me sentí muy satisfecho de volver a ser aquello que seguramente nunca había dejado de ser.
Me sentí orgulloso de ser músico.
Feliz día de la Música a todos.
Bevo Valdés nació en Cuba el 9 de octubre de 1918. Falleció el 22 de marzo de 2013 a los 95 años de edad.
Este texto está dedicado a todos los músicos. Sin excepción.
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