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20 nov 2014

Moebius, Escher y el temible Laberinto del Chinotauro

MC Escher

#Moebius

Occidente es lineal.
Es parte de nuestra idiosincrasia. Funcionamos de manera direccional (o al menos hay una clara tendencia a este tipo de movimiento) y necesitamos un principio, un desarrollo y unas conclusiones finales que aseguren que todo lo planteado y dispuesto anteriormente tenga sentido. Cuando esto no ocurre (porque en muchas ocasiones no ocurre, evidentemente) nos sentimos perdidos, desorientados, como si caminásemos sin rumbo al filo del anochecer a través de un bosque desconocido e intentáramos desesperadamente encontrar un claro, un páramo o una zona alta y despejada. Un lugar donde posicionarnos y desde donde comenzar a comprender el laberinto en el que estamos metidos, para poder encontrar la salida.

Un ejemplo ilustrativo de esta linealidad occidental es nuestra manera de trabajar, de mantener una reunión sobre un tema determinado o de llevar a cabo una negociación. Independientemente de los protocolos propios de cada país, se suele mantener siempre un vector lineal de movimiento. Nuestro contexto geométrico es fundamentalmente plano (a pesar de las pendientes, subidas y bajadas, que las hay por supuesto) y tendemos a caminar en una dirección vectorial determinada. Tratamos de alcanzar una meta visible e intentamos avanzar en dirección a ella. Puede ocurrir que el objetivo no sea el mismo para todos los agentes que intervienen en el proceso, pero en general la dirección del vector de movimiento sí que lo es. El proyecto/reunión/negociación tiene un principio, un desarrollo y un final. Esto no implica que no haya excepciones, países más eficientes que otros o reuniones que acaban en saco roto, pero en condiciones normales las reuniones suelen tener un objetivo claro, tienen una duración adecuada a la magnitud de los temas a tratar y generalmente se acaba llegando a unas conclusiones concretas que permiten continuar en dirección y sentido a la meta final que se quiere abordar.

Asia, y más concretamente China, es circular. Para ser más exactos podríamos decir que nuestra percepción desde dentro del sistema es circular pero en realidad es una superficie de dos dimensiones no orientable con solamente un lado cuando está sumergido en el espacio euclidiano tridimensional.

Resumiendo: China es una gigantesca cinta de Moebius.

Las reuniones tienen un principio pero el final es difuso, abierto y sospechosamente parecido al punto de partida. A los que nos encontramos aquí desarrollando nuestra labor profesional, a menudo nos invade esa extraña sensación de que por muchas horas que uno pase sentado en una mesa, al terminar estará todo igual o peor que al comenzar. Parece que nunca se decide nada y en cambio los preceptos acordados en reuniones anteriores se anulan o se modifican por otros totalmente opuestos en un abrir y cerrar de ojos sin que podamos hacer nada para evitarlo. Raras veces se alcanzan conclusiones efectivas y palpables que permitan un avance claro y casi siempre, lo que a priori parecía el final de una etapa, no es sino el comienzo de otra eterna colección de interminables reuniones.

Y uno nunca ve el final.

Los objetivos inicialmente planteados siempre parecen alejarse cada vez un poquito más y acabamos por tener la impresión de estar persiguiendo algo físicamente inalcanzable. Los proyectos nunca parecen avanzar hacia un lugar que entre dentro de nuestras previsiones iniciales. Los contratos nunca se cierran del todo, aunque estén firmados y perfectamente aceptados por ambas partes. Las negociaciones se alargan eternamente en un bucle sin fin y cuando queremos darnos cuenta todo sigue exactamente igual que en el momento inicial.

Porque China es laberíntica, circular y helicoidal.

Todo parece formar parte de un bucle espiral de principios difusos, desarrollos confusos y anárquicos finales que llegan más por producto del desgaste que por decisión consensuada de ambas partes. Uno tiene que armarse de paciencia y confiar en que las cosas al final acabarán saliendo adelante, con resultados más o menos satisfactorios.

No hay claros en el bosque ni faros que nos guíen linealmente hacia el éxito o fracaso de cada proyecto emprendido.Es una delirante cinta de Moebius capaz de llevarnos al límite y de poner nuestra paciencia constantemente a prueba.

Esta analogía geométrica es la única manera que se nos ocurre para explicar de manera abstracta una de las diferencias más importantes de la cotidianidad laboral entre Oriente y Occidente. Entender y asimilar esta diferenciación lo antes posible es clave para no sentirse perdido y desorientado cuando uno trabaja en un país como China. Y os aseguro que no es tarea fácil, porque nuestro funcionamiento vectorial, lineal, direccional, no es un complemento que podamos quitarnos cuando entramos cada mañana en la oficina para cambiarlo por otro. No es un traje o un vestido que elijamos ponernos en función del acontecimiento al que vayamos a acudir. No hay un botoncito en nuestro cerebro que active o desactive esa condición a nuestro antojo. No. Es una parte de nosotros. Forma parte de nuestros comportamientos, de nuestra idiosincrasia y de nuestra manera de entender el mundo. Y por mucho tiempo que uno lleve trabajando en China, no tiene otro remedio que acostumbrarse a desmantelar por completo todas sus reglas cada mañana para adaptarlas al contexto con el que le toca lidiar, pues es la única manera de no perder la calma. Es la única manera de poder encontrar la salida.

Esto ocurre a todos los niveles y en todas las profesiones. Sin excepción. Y no es únicamente un problema idiomático como la mayoría de la gente supone. Simplemente, como decíamos al principio, es parte de la idiosincrasia del país. Ningún occidental que trabaje en Asia, se dedique a lo que se dedique y hable el idioma que hable, se libra de sentirse sumido en este implacable Laberinto del Chinotauro donde la distancia más corta entre dos puntos jamás es una línea recta.

Y si esto es así en todos los órdenes laborales, imaginemos por un momento lo que supone esta no-linealidad en procesos complejos, como son por ejemplo el diseño y la construcción de un proyecto de arquitectura.


#Al otro lado del espejo

Muchos amigos nos preguntan a menudo cómo es trabajar en China. Nos piden que les contemos las diferencias, los procesos, el funcionamiento interno del mercado o simplemente que les expliquemos cómo es el día a día en una oficina de diseño. Nosotros les contestamos como buenamente podemos, tratando infructuosamente de resumir en unas pocas palabras un mundo laboral tan complejo y cambiante que muchas veces resulta imposible analizar ni siquiera por aquellos que nos encontramos sumergidos en él.

Para entendernos: trabajar en China es lo más parecido a estar dentro de un cuadro de Escher.

Tú sabes que tienes que subir al siguiente piso y frente a ti, a unos pocos metros, descubres una escalera. Comienzas a subir para alcanzar tu objetivo. Paso a paso. Poco a poco. Libras todos los obstáculos que van surgiendo en esa ascensión y haces lo que se supone que te dicta tu experiencia, tu instinto y tu mentalidad lineal-vectorial para lograr tu meta. Subes. Subes y sigues subiendo. Llegas por fin al nivel superior y miras a tu alrededor, pero no entiendes absolutamente nada. De pronto y sin saber muy bien cómo, descubres que te encuentras un piso más abajo de aquel desde el cuál comenzaste. Y no tienes ni la más remota idea de cómo has podido llegar hasta allí ya que tu manera de percibir esa escalera o esa rampa es lineal, y por tanto si estás subiendo, deberías subir.

Pero no. Has bajado.

Has estado subiendo sí, pero bajando al mismo tiempo sin entender ni cómo ni por qué. Y comienzan los nervios. Y te sientes confuso y desorientado. Porque en occidente necesitamos certezas. Nos altera no comprender qué está sucediendo a nuestro alrededor. Nos desconcierta no tener el control.

Pero se da la curiosa circunstancia que en este cuadro en el que hemos decidido adentrarnos no tenemos el control sobre nada y la incertidumbre es el pan nuestro de cada día. Porque todo parece lo que es pero nada es lo que parece. Todo es parte de un confuso trampantojo que haría enloquecer al mismísimo Maurits Cornelis Escher. Todo es una ilusión espacial. Un complejo absurdo que reduce a cenizas tu visión bidimensional, tu mirada unidireccional y tus esquemas más básicos. Y de pronto eres consciente de que todo lo que presuponías deja de tener sentido porque las reglas con las que tu funcionas no sirven para entender este mundo al otro lado del espejo. Y tienes que volver a mirar el cuadro desde otra perspectiva para tratar de encontrar el camino dentro de esa cinta de Moebius que te has aventurado a recorrer. Y sigues sin adivinar dónde está la salida a pesar del esfuerzo que empleas, porque tu capacidad espacial y tu lógica mental funcionan de acuerdo a otras reglas que no son esas. Quizá más sencillas. Quizá más prácticas. Quizá más lógicas.

Puede ser que sí... o quizá no.

Y tienes que cambiar tus esquemas, tus principios y tu forma de recorrer el cuadro. Tienes que estar alerta. Mantener la calma. Conservar la cordura. Y seguir subiendo. O quizá bajando, quién sabe. El resultado de cada paso que des va a romper totalmente tus expectativas. No puedes bajar la guardia en ningún momento. Pero al mismo tiempo tienes que ser consciente que siempre habrá un componente que no dependa de ti. Algo que no puedas controlar. Partes de esa cinta de Moebius que permanecen ocultas o resultan engañosas según tu percepción y que, desde tu punto de vista, jamás podrías asegurar a ciencia cierta hacia qué lugar de las tres dimensiones te llevarán.

Y siempre habrá zonas oscuras que no comprenderás jamás.


#Trabajar entre tinieblas

Brooke Larmer, un periodista afincado en Beijing desde hace años, que escribe para el New York Times Magazine y el National Geographic, decía lo siguiente en un artículo que publicó en el año 2012 sobre arquitectos norteamericanos trabajando en China.

"Many foreign architects in China sense that they are operating in the dark, toiling in a system they dimly understand. Real estate development in China is a murky business. There is little transparency — and lots of horse trading — in everything from the acquisition of land to the awarding of bids and competitions. In all but the highest-profile projects, foreigners are largely sidelined during the building process itself, which by law and tradition is controlled by local design institutes".

Esta es la mejor manera que tenemos para describir lo que uno siente trabajando en China. Operating in the dark. Working in a system we dimly understand. Trabajar en la oscuridad. Entre tinieblas. Metidos en un sistema de complejos engranajes cuyo funcionamiento apenas podemos comprender y que no podemos controlar.

Trabajar entre tinieblas. Sí. Suena terrorífico. Pero no lo es tanto si uno aprende a cambiar las reglas del juego.

De hecho diría que es un ejercicio terapéutico y pedagógico muy efectivo. De todo se aprende y aquí, aunque parezca difícil de creer y mucha gente se empeñe en asegurar lo contrario, se aprende mucho. Quizá se aprende más sobre uno mismo que sobre otras cuestiones a priori más prácticas. Se aprende sobre nosotros. Se aprende a obtener resultados a pesar de la adversidad. Porque cualquier marinero sabe navegar junto a la costa en condiciones propicias, con días despejados, la mar en calma, corrientes a favor y vientos suaves y constantes. Pero no todos están preparados para hacerlo en mar abierto, sin balizas, sin referencias, faros ni señalizaciones de ningún tipo, con una tormenta salvaje, niebla, vientos huracanados, y sin saber qué demonios van a encontrarse al superar cada una de las gigantescas olas que se les vienen encima para engullir su embarcación.

Aprender a conocerse a uno mismo es vital a la hora de crecer como profesional. Aprender a lidiar con situaciones que no podemos controlar. Aprender a adaptarse. Aprender a buscar y encontrar la salida. Aprender a seguir subiendo a pesar de saber que esa escalera que aparentemente sube, quizá nos haga bajar.

Porque no cualquiera puede salir airoso del interior de un cuadro de Escher mientras tiene que seguir hacia adelante como sea.

Porque no cualquiera es capaz de trabajar entre tinieblas.

Este artículo pertenece a una serie de tres textos destinados a explicar ciertos aspectos del proceso constructivo en China. Esta primera parte, aunque quizá resulte algo abstracta, es vital para comprender correctamente las otras dos, ya que intenta transmitir unas diferencias básicas de funcionamiento en Oriente y Occidente. En la siguiente profundizaremos en el complejo mundo de los Institutos Locales de Diseño (LDIs) y el tercer y último texto definirá un concepto que hemos bautizado como Architainment.

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