Llegó por fin ese tradicional momento del
año en el que toca realizar los rituales establecidos que aprendimos de
nuestros ancestros. A saber, llevar ropa interior roja, comernos las doce uvas,
pedir un deseo, echar un anillo de oro dentro de nuestras copas, sonreír muy
fuerte, mirar a los ojos a nuestros familiares y seres queridos, brindar con un
champán que seguramente está por encima de nuestras posibilidades y por
supuesto desearnos todos un feliz año nuevo.
“¡Feliz y próspero año nuevo!”
Pronunciamos mecánicamente esas palabras como si se tratase de un conjuro mágico, como si formasen parte de un ritual de brujería, como si por el simple hecho de decirlas bien fuerte y con convicción nos asegurásemos felicidad y prosperidad a raudales durante los siguientes doce meses.
¡Feliz y Próspero Año Nuevo!
¡Abracadabra Patadecabra!
¡Shalakabula Chachicomula bibidi badibi bú!
“¡Feliz y próspero año nuevo!”
Pronunciamos mecánicamente esas palabras como si se tratase de un conjuro mágico, como si formasen parte de un ritual de brujería, como si por el simple hecho de decirlas bien fuerte y con convicción nos asegurásemos felicidad y prosperidad a raudales durante los siguientes doce meses.
¡Feliz y Próspero Año Nuevo!
¡Abracadabra Patadecabra!
¡Shalakabula Chachicomula bibidi badibi bú!